Una nueva perspectiva de la Teoría Económica: simbiosis, depredación y necrosis económica.

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En el año 1978, Buchanan‘, publica su articulo «What should Economist Do?[1]«, en el que se cuestiona la definición clásica de Economía, como aquella ciencia que estudia la asignación de un conjunto de recursos escasos para solucionar un problema en concreto o un conjunto de necesidades.

Desde esta definición, la Economía como disciplina científica no se diferenciaría de otras disciplinas de carácter técnico, como las ingenierías.

Buchanan apunta que la Economía debería parecerse más a ciencias como la Biología, que estudia los organismos tal y como se dan en la naturaleza y las relaciones que se establecen entre ellos.

Con la aparición de la informática de consumo en el Siglo XX, los activos intangibles empiezan a tener una especial importancia en la Economía Mundial, hasta el punto de que sean la principal fuente de creación de riqueza de los últimos años. Esta tendencia sigue siendo creciente y plantea un horizonte económico capaz de superar la visión malthusiana de una economía de recursos escasos.

Sin embargo, a la par, otros activos intangibles invisibles para los economistas por no medirse en términos monetarios, han pasado a ser destruidos por una concepción de la Economía que equipara el valor económico con el valor monetario.

Los economistas podemos discutir sobre la evolución monetaria del PIB, pero no podemos hablar del valor de las variables no cuantificables a día de hoy, como la confianza entre los agentes, la capacidad de proteger los intereses de terceros por un agente, el nivel de felicidad de la población, etc. por esa razón, al no contemplarse en los modelos económicos, tienden a supeditarse a otras variables que si son cuantificables en términos monetarios.

Por ejemplo, si un simbionte trabaja en una empresa ocho horas diarias por mil euros, y de pronto la empresa para aumentar sus beneficios le obliga a trabajar diez horas, en términos monetarios la empresa lograría aumentar su productividad, y el trabajador seguiría cobrando lo mismo. Pero no se tendría en cuenta la perdida de calidad de vida sufrida por el trabajador, que tendría una especial repercusión desde las perspectiva simbiótica. La calidad de vida del trabajador quedaría supeditada a un incremente relativamente bajo del beneficio empresarial, siendo dos horas una elevada proporción del tiempo libre del trabajador que ya no puede utilizar en su desarrollo personal.

La ética es una de las variables fundamentales para el buen funcionamiento de una sociedad. Un hombre que actúa conforme a la ética tomará decisiones responsables que tendrán en cuenta las consecuencias sobre terceros. Esto supone una enorme capacidad de protección de las personas y sus activos.

La visión neoliberal del «homo economicus» que actúa única y exclusivamente para satisfacer sus necesidades y maximizar su función de utilidad, es también un elemento que pueda llegar a ser extremadamente dañino para la comunidad económica en que se desenvuelve.

Amartya Sen, Premio Nobel del año de 1998, critica precisamente esta concepción del hombre económico como un psicópata social que no tiene en cuenta su entorno, y redefine el concepto de «desarrollo» como algo más que desarrollo de la economía monetaria. Una de sus grandes aportaciones es el IDH (Índice de Desarrollo Humano), en el que no solo se contempla la esperanza de vida de los habitantes de un país, sino la calidad de esta vida, el nivel cultural, etc…

La Teoría Económica empieza a anticipar un cambio de paradigma sobre como se realizan y como se deben realizar las actividades de carácter económico, que empiezan a contemplar relaciones que hasta ahora no se consideraban económicas por no poder medirse en dinero.

Desde el punto de vista de la Economía Simbiótica es más importante conocer como se desarrollan las relaciones que la cuantía de los recursos que se ven involucrados en el proceso. Los agentes se denominan en general como simbiontes, lo que significa, que son sujetos capaces de relacionarse con su entorno obteniendo beneficios y sufriendo perdidas dependiendo del tipo de relación que establezcan.

Las relaciones económicas toman una nueva denominación a partir de las características de las relacionesrespecto al juicio de valor de la partida y la contrapartida. Así́ tenemos:

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1. Relaciones de Depredación.

Relaciones del tipo ganar-perder, dónde el depredador obtiene su beneficio a costa de saquear a otro simbionte. La relación de depredación económica por antonomasia las representan las empresas capitalistas porque desarrollan su actividad en un entorno competitivo en el que el objetivo último es alcanzar el monopolio, esto es, eliminar a los competidores y acaparar el mercado. En cualquier ecosistema hay depredadores y tienen su sitio en el ecosistema económico porque eliminan a aquellos simbiontes ineficientes. No podemos por tanto tacharlas de simbiontes destructores de valor, siempre y cuando, no interfieran en otro tipo de relaciones que beneficien de forma más eficiente al conjunto global de los simbiontes de un sistema económico.

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2. Relaciones Simbióticas.

Relaciones del tipo ganar-ganar, donde los simbiontes establecen relaciones mutuamente satisfactorias sin que se produzca un perjuicio para uno de ellos. La relación económica típica, es la cooperación económica, donde la acción de ambos agentes hace que cada uno de ellos logre sus propios fines. Por ejemplo, las empresas estatales que cubren servicios públicos se nutren de los impuestos de los ciudadanos a lo que da un servicio pretendiendo únicamente cobrar el mínimo necesario para realizar su actividad, prestar el servicio y garantizar su viabilidad económica.

En nuestro mundo actual, los depredadores y los simbiontes entran en conflicto todos los días, porque el peor competidor para un depredador es el simbionte que siempre prestara el servicio a un menor precio. No es de extrañar que los defensores del liberalismo preconicen la necesidad de erradicar las empresas publicas alegando su falta de competitividad. En este juicio de la eficiencia empresarial, el único prisma, es el valor monetario del beneficio y de los costes empresariales.

El segundo ejemplo, más peligroso aun para los depredadores son las ONG’s y aquellas organizaciones que buscan prestar un servicio sin buscar una contrapartida monetaria. Este tipo de organizaciones son cada vez más importantes en nuestra sociedad gobernada por el espíritu de la búsqueda del máximo beneficio, porque son capaces de solucionar problemas que desde esta perspectiva monetaria no tendrían solución ya que afectan a millones de seres humanos a lo largo de todo el planeta.

La encíclica de Bendicto XVI, «Caritas in Veritate» denuncia que este tipo de actividades altruistas en muchas ocasiones están reprimidas desde los propios gobiernos que exigen requisitos a las organizaciones con vocación cooperativa que no exigen a las empresas privadas. Desde esta perspectiva, los gobiernos protegen a los depredadores frente a los cooperadores. En el caso español, una empresa capitalista no tiene que justificar haber realizado los pagos a sus proveedores para cobrar sus facturas, sin embargo una ONG para cobrar la subvención, tienes que estar al día de todos los pagos a la Administración y haber pagado todas las facturas que recaen sobre la actividad subvencionada.

El hombre es un ser multidimensional desde la perspectiva de la Economía Simbiótica, pudiendo establecer multitud de relaciones con su entorno económico y con el resto de simbiontes.

La pregunta que debe hacerse el autor de la Política Económica de un país es qué tipo de relaciones pretende fomentar y si prefiere defender a determinados simbiontes, frente al conjunto de agentes del sistema.

La relación que existe entre los trabajadores y al empresa en la que trabajan es «a priori» una relación de carácter simbiótico, esto es, la empresa debe defender los intereses de los trabajadores, y los trabajadores los intereses de la empresas. Sin embargo, nuestra sociedad está tan sumamente pervertida por la profusión de las relaciones de carácter depredador que en la mayor parte de los casos, sobre todo en el caso de empresas de capital anónimo, ambos simbiontes se comportan como depredadores intentando obtener el máximo beneficio a costa del prejuicio del otro.

Los gestores de la empresa deberían intentar aumentar sus ingresos y sus expectativas de crecimiento para beneficiar los ingresos y las expectativas de sus trabajadores. Reducir plantilla, bajar o contener salarios, como medida para aumentar la diferencia entre costes e ingresos empresariales es un error desde el punto de vista de la Economía Simbiótica. Tanto trabajadores como empresarios deberían ser creativos y perfeccionar la relación que mantienen de carácter simbiótico.

Es importante resaltar que fomentar y proteger las relaciones depredadoras hace que estas aumenten de forma exponencial.

Si dos simbiontes fueran a un PVD (país en vías de desarrollo) donde el primero montara una empresas de hamburguesas y el segundo llevara comida de forma gratuita, el primero tendría muy pocas posibilidades de llevar adelante su negocio con éxito. Intentaría, por tanto, eliminar a su competidor.

Si solo existiera el vendedor de hamburguesas, los potenciales consumidores sin recursos para pagar estas se vería obligados a desarrollar relaciones de depredación con terceros para poder comprar las hamburguesas, y por tanto, las relaciones de depredación generan otras de forma exponencial.

El arbitro del ecosistema económico debe ser consciente de esta dinámica y proteger a todos los agentes cooperadores cuando entran en conflicto con agentes depredadores. Las relaciones de depredación, cuyos resultados se miden en dinero siempre tienen costes, cosa no ocurre con las relaciones de carácter simbiótico.

Médicos sin fronteras cuando prestan servicios obtienen inmediatamente la satisfacción de ver como su ayuda llega al lugar donde es necesaria. Una empresa que cobrara un precio por estos servicios debería pagar un coste a ese mismo medico. La relación cooperativa es mucho más rica, pues nunca se está midiendo el coste de lo entregado y siempre hay posibilidades de dar más si se puede y es necesario.

3. Relaciones necróticas

Aquellas donde ambos simbiontes pierden. Las empresas capitalistas en épocas de crisis pueden mantener relaciones de carácter necrótico, por que se ven obligadas a reducir los precios y en ocasiones por debajo del precio de coste para mantenerse en el mercado, e incluso, para mermar la competencia. Sin embargo, los cooperadores nunca entrarían en este tipo de relaciones, pues no prestar su servicio no les eliminaría de la escena económica. Podrían esperara contar con los recursos para seguir desempeñando su actividad más adelante. La relación necrótica económica por excelencia son el negocio de las drogas y de la prostitución, donde tanto el cliente como el proveedor se hacen daño a sí mismos.

4. Relaciones comensalitas.

Cuando un simbionte genera beneficios para terceros por el mero hecho de realizar la actividad que le reporta beneficios así́ mismo. Uno casos más interesantes es el de Idea, que cuando decide montar una nueva filial, genera un transito de consumidores que beneficia a otras empresas que no tienen ese poder de convocatoria. Aquí́ entrarían también las organizaciones de voluntariado que buscando el beneficio del hombre, que es su propio objetivo, logran que los comensales (los receptores del voluntariado) se beneficien.

5. Relaciones amensalistas.

Cuando un simbionte al ejercer su actividad impide que otros simbiontes las desarrollen. El monopolio económico responde a esta forma de relación, y destruye todas las relaciones de otro tipo que pudieran surgir. Estas son las relaciones que un sistema deberían evitar a toda costa. Los oligopolios actuales, también intentan forzar este tipo de relaciones con su entorno para eliminar la competencia emergente.

Todo sistema económico necesita que las relaciones descritas anteriormente mantengan un equilibrio en cada momento y a lo largo del tiempo, que permita el crecimiento económico sostenible. Si las relaciones comensalitas se apalancan los agentes beneficiados pueden olvidar la creación de valor. Si el parasitismo o la necrosis superan a la simbiosis, el sistema está avocado a la destrucción, y su mera existencia ya supone una reducción del crecimiento posible.

La búsqueda del monopolio por parte del depredador será nociva cuando alcance el poder suficiente como para conseguirlo, pues siempre intentará eliminara todos aquellos que pongan en peligro su estatus con el mercado. Pensar que el Estado es capaz de controlar a estas organizaciones a día de hoy parece bastante improbable, pues la elección de los partidos políticos está íntimamente relacionada con su financiación. La única herramienta con la que podría contar una sociedad es con la integridad de sus individuos que ocupan puestos de responsabilidad en este tipo de organizaciones, y esta integridad está sustentada por una formación.

Si la educación sigue persiguiendo la especialización a ultranza para el desempeño de profesiones puntuales, y no se persigue un objetivo más humanista de formación de un hombre multidimensional, que no solo debe conocer la técnica, sino tal vez más la ética para proteger a su ecosistema económico, las perdidas en el conjunto de la sociedad llegarán a ser catastróficas.

Si todos perseguimos nuestro propio beneficio, sin pretender beneficiar a los demás, incluso intentando robarles sus recursos, el volumen global de los destruido superará a la suma de los beneficios individuales.

A finales del S. XX hemos empezado a ser conscientes de la necesidad de proteger nuestro ecosistema natural, y ahora debemos aprender a proteger nuestro ecosistema económico.



[1] «James M. Buchanan, What should Economist Do? (Indianapolis: Liberty press, 1979.

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