Empresa Familiar: problemas en la definición y consecuencias estadísticas.

simbio

Estracto del trabajo de investigación: Economía Simbiótica.
Consecuencias Macroeconómicas de los agentes económicos en el bienestar social.El caso particular de la Empresa Familiar.

21/07/2009

Autor: Francisco Rabadán Pérez

DEA Universidad San Pablo CEU

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4.1. Empresa, Familia y Macroeconomía.

Si entendemos la Economía desde el punto de vista de la Simbiótica debemos prestar especial atención a la morfología de los agentes, o actores del escenario económico.

Como ya hemos venido desarrollando hasta ahora, la crisis económica actual es una crisis de valores con un profundo calado ético en los comportamientos de la sociedad. Esta falta de valores se ha manifestado a través de las actuaciones de las macro-organizaciones  de capital anónimo. Esta ética sin embargo la encontramos donde hay un grupo humano que se involucra con carácter personalista en el entorno económico en el que se desenvuelve.

Para poder identificar a estos grupos humanos caben dos posibilidades:

  1. Establecer “a priori” sus características a través de una definición.
  2. Investigar en el mercado características que hagan homogéneos los comportamientos de estos grupos, como proponemos en este trabajo de investigación.

El caso de la Empresa Familiar ha sido descrito con profusión por multitud de investigadores en las últimas décadas, muchos de los cuales se citan a continuación.

Es uno de los casos en los que se hace más evidente que establecer hipótesis “a priori” sobre la realidad económica y sus distintos agentes supone una tarea extremadamente difícil, en la que no siempre existe una solución. A continuación se expone la dialéctica de la definición de Empresa Familiar desde el punto de vista de los pensadores y estrategas del mundo de la empresa.

El término Empresa Familiar es de significado poco preciso como pone de manifiesto la larga lista de definiciones que nos ha dado la literatura especializada. Sin embargo, la Empresa Familiar se muestra de forma evidente como fenómeno económico y social. Las familias siempre han realizado actividades económicas para su sustento, constituyendo un antecedente de las modernas organizaciones empresariales, propiedad de grupos familiares.

La familia es la institución más antigua y duradera de la Historia de la Humanidad, siendo el pilar más sólido de la economía porque en ella se sustenta la mayor parte del consumo y de la inversión privada.

La Empresa Familiar como institución comparte identidad con el resto de empresas, diferenciándose fundamentalmente de éstas por su conexión con una familia o grupo familiar, que controla al menos una parte de la propiedad de la empresa y la potestad de la planificación estratégica.

Desde un punto de vista macroeconómico su identificación supone un problema de difícil solución, y las definiciones propuestas desde el Estado Español, en especial el Ministerio de Economía y Hacienda para su operatividad desde la perspectiva fiscal, distan bastante de las propuestas desde la Estrategia Empresarial.

La evolución conceptual de la Empresa Familiar no se corresponde exactamente con la cronología de las publicaciones que recogen las distintas definiciones. Vamos a intentar en esta investigación ser fieles a la evolución del significado de este concepto a medida que las nuevas aportaciones han ampliado y profundizado en las dimensiones de esta realidad.


4.2. Definiciones de Empresa Familiar.

En sentido amplio, Carsrud afirma que “una Empresa Familiar es aquella en la cual la propiedad y las decisiones están dominadas por los miembros de un grupo de afinidad afectiva”[1]. Sin embargo, la mayoría de los autores son mucho más restrictivos.

Gallo y Sveen definen Empresa Familiar como “una empresa en la que una sola familia  posee la mayoría del capital y tiene un control total. Los miembros de la familia forman parte de la dirección y toman las decisiones más importantes”[2].

Neuebauer y Lank nos dan una definición en sentido amplio: “una Empresa Familiar es aquella organización de carácter económico cuyo objetivo principal sea la producción o comercialización de bienes y servicios y cuya propiedad pertenece en su totalidad o en una mayoría a un grupo de personas unidas por un vínculo familiar, habitualmente los descendientes del fundador de la misma”[3].

Para Peter Davis, la Empresa Familiar es una sociedad en la que la política y la dirección están sujetas a una influencia significativa de una o más unidades familiares a través de la propiedad y en ocasiones a través de la participación de los miembros de la familia en la gestión[4].

En opinión de Salvador Rus Rufino y María Rodríguez Fernández: “no es suficiente el hecho de que uno o varios miembros de una familia desarrollen un proyecto generador de beneficios económicos, para afirmar que existe una Empresa Familiar”[5].

Una familia puede vivir de los beneficios de la actividad económica de un familiar, pero no por ello generar empresas familiares. De igual forma un emprendedor puede iniciar distintas actividades empresariales sin que exista vocación de continuidad familiar. Parece unánime que la vocación de continuidad es pues el segundo factor fundamental para aproximarnos al concepto de Empresa Familiar, según estos autores.

Afirman que para que exista Empresa Familiar es necesario que el emprendedor haya contado para su desarrollo con los recursos y oportunidades que surgen del núcleo familiar, consolidando este esfuerzo con el apoyo familiar y el sentido de pertenencia a una familia. Por tanto, cuando una familia denomina a su empresa como familiar es porque existe un fuerte componente subjetivo en el que se expresa la voluntad de desarrollo de la actividad económica, por y para la familia, con vocación de continuidad mientras la familia perdure. Lo que podría hacer pensar que la extinción de la Empresa Familiar puede tener su origen en el deterioro de las relaciones familiares. La crisis de la familia como institución en la sociedad actual es una de las causas de la mortalidad de las empresas familiares.

Se puede decir que el esfuerzo emprendedor se integra en la familia.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, emprender es “acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”[6]

El emprendedor inicia un camino arriesgado y difícil sin saber qué resultados va a obtener, pero cuenta con autoestima y creatividad, y un objetivo: la fundación y continuidad en el tiempo del proyecto empresarial. El emprendedor en la Empresa Familiar se apoya en los vínculos que tiene con la familia para obtener ventajas y superar las dificultades. La familia aporta a la empresa una serie de potencialidades: una fuerte identidad, la fidelidad de sus miembros, así como un extraordinario sentimiento de pertenencia y lealtad. La empresa aporta a la familia una visión del entorno muy realista y dinámica llena de dificultades y problemas pero también de satisfacciones y logros.

El emprendedor desea interactuar con la sociedad, crear nuevas estructuras y transformar las existentes. En cualquier acción empresarial es inherente el deseo de participación y transformación de la sociedad, y en el caso de la Empresa Familiar este deseo se amplifica con la ética, los valores familiares y la voluntad de transcendencia individual.

En algunas familias existe una conciencia histórica que propicia la continuidad de los procesos productivos y que involucra a los miembros de distintas generaciones conscientes de pertenecer a un proyecto con vocación de superarles en longevidad.

Una vez resaltada la voluntad de transcendencia social y temporal en la Empresa Familiar, vamos a seguir mostrando definiciones de otros autores que añaden nuevos matices.

Un concepto aún más restrictivo de la Empresa Familiar, según C. Galve, es el que aúna las siguientes tres dimensiones, “propiedad, control en manos del grupo familiar y vocación de continuidad hacia generaciones futuras[7].

Ante la diversidad de empresas de carácter familiar, Shanker y Astrachan[8] proponen tres niveles de definición:

  1. Definición Amplia: Una empresa es considerada familiar si la familia posee el control de las decisiones que afectan a la estrategia y tienen vocación de que ese control perdure en el futuro.
  2. Definición Intermedia: Aquellas empresas en las que la familia participa directamente en la gestión aunque no de forma exclusiva, controlando la empresa y las decisiones estratégicas.
  3. Definición estricta: Empresas en las que varias generaciones de una dinastía familiar tienen el control y una presencia activa en la gestión. En definitiva, la familia ocupa de forma muy intensa el plano directivo y ejecutivo, monopolizando la propiedad y la gestión de la empresa.

Los autores españoles suelen utilizar el criterio restrictivo. En 1997, Gallo[9] propone tres características de clasificación:

  1. Propiedad: La familia controla la mayoría de las acciones de la empresa o derechos políticos.
  2. Poder: Uno o varios miembros de la familia dedican gran parte o la totalidad de su vida laboral a trabajar en la empresa.
  3. Continuidad: al menos la segunda generación de la dinastía familiar se ha incorporado a la empresa.

Cuesta, en el año 2000, especifica dos requisitos para definir a una empresa como familiar[10].

  1. Un requisito de carácter objetivo: que la propiedad de la empresa o una parte considerable del capital esté concentrada en una sola persona (la etapa de propietario-controlador) o en un número reducido de familiares consanguíneos que intervienen directa e intensamente en la gestión de la sociedad.
  2. Un requisito de carácter subjetivo: que exista la voluntad de que este status familia-empresa perdure en el tiempo, y que se concrete la sucesión en los miembros de la familia.

No existe una definición integral y completa de lo que es una Empresa Familiar,  pero si existen dimensiones en las que investigadores como Cabrera-Suárez y García-Falcón[11], Chua, Chrisman y Sharma[12],  Handler[13], y Westhead et al.[14]parecen estar de acuerdo: la propiedad-dirección de los miembros de la familia, la implicación familiar en el negocio y la transferencia generacional .

En el año 1999, Chua, Chrisman y Sharma realizaron un estudio bibliográfico muy amplio sobre la definición de la Empresa Familiar en cuanto a la diversidad de publicaciones (manuales, artículos… ) y al intervalo temporal de años analizados, llegando a tres conclusiones que describen los puntos en común de las definiciones existentes:

  1. las distintas definiciones no difieren en la dimensión de propiedad-dirección, salvo algunas excepciones,
  2. en muchas definiciones se requiere que la familia ostente la propiedad o el control de la empresa o ambas características a la vez, y
  3. otras definiciones difieren en las formas de control de la propiedad.

Estos puntos en común son los que tienen mayor aceptación entre los investigadores y teóricos de la Empresa Familiar; sin embargo, la definición de este concepto ha evolucionado desde la Dirección Estratégica hacia una dimensión subjetiva. La percepción subjetiva de la propia familia aparece como un factor clave para definir lo que es una Empresa Familiar al determinar la intención de los familiares, que implica una voluntad de actuación.

Litz[15] hace notar que las definiciones que se basan en la estructura de la propiedad o en la forma que toma la dirección, son útiles y fáciles para realizar estudios empíricos, pero no tienen en cuenta las aspiraciones intra-organizativas. Para Litz, una empresa es familiar cuando la propiedad y la dirección se desarrollan en relación a un grupo familiar, los miembros de este grupo se esfuerzan de forma claramente intencionada para lograr mantener y/o aumentar las relaciones dentro de la organización, basándose en las relaciones familiares.

Partiendo de la definición objetiva de Empresa Familiar, el estudio de las características de la organización tiene un grado de dificultad similar al de otros estudios de carácter estadístico, pero a medida que introducimos una dimensión subjetiva en la que la percepción que el individuo tiene de su entorno determina la realidad, el estudio se dificulta. Es el problema de añadir a la información cuantitativa, otra de carácter cualitativo para reprocesarla como información cuantitativa y poder hacer inferencias a la población de los resultados obtenidos.

Según Chua, Chrisman y Sharma el estudio de la Empresa Familiar debería contar con conceptos tanto teóricos como operativos[16].

La definición de Litz se acerca a un abismo que es el de la subjetividad, llegando casi a coincidir con el concepto de visión de empresa: la visión que tienen los propietarios-administradores o miembros familiares de su propia organización empresarial.

Astrachan, Klein y Smyrnios consideran que las características de la Empresa Familiar pueden ser interpretadas desde un punto de vista continuo, superando y matizando la escala dicotómica habitual para estudiar el fenómeno, haciendo hincapié en tres dimensiones de influencia: el poder, la experiencia y la cultura. Las escalas de estas dimensiones permiten encontrar una medida de la influencia de la familia en la empresa. La principal motivación para el investigador del uso de parámetros estructurales surge por la facilidad que tienen de ser cuantificados[17].

Siguiendo la línea de pensamiento de Colli, tanto las definiciones de carácter cualitativo como las de carácter cuantitativo en relación con la Empresa Familiar no aportan consenso sobre el término. Aunque sean de utilidad para el desarrollo de trabajos concretos no facilitan una visión integrada del fenómeno objeto de estudio[18].

El interrogante, ¿qué se entiende por Empresa Familiar?, se ha investigado partiendo de atributos concretos y observables como el capital, la dirección y la generación familiar que ejerce el control y es propietaria la empresa.

El trabajo de campo cualitativo que hemos efectuado en empresas de carácter familiar ha permitido acotar una definición de Empresa Familiar que hace evidente los puntos en común.

Una definición es un conjunto de aspectos cualitativos que permiten acotar una realidad. Las empresas reales deberían estudiarse desde una perspectiva cualitativa para encontrar nuevos aspectos relevantes en la determinación de la definición de Empresa Familiar. Las definiciones restringidas no son menos valiosas y surgen a partir del objetivo de la investigación, y es el investigador el que decide el criterio de selección del conjunto de empresas.


4.3 Consecuencias estadísticas de la definición de Empresa Familiar.

Desde un punto de vista estadístico, la falta de una definición consensuada de Empresa Familiar genera dificultades a la hora de realizar estudios tanto de carácter cualitativo como cuantitativo, introduciendo un sesgo en el estudio que impide obtener información novedosa y clarificadora que pueda añadir algún matiz importante a la definición.

La definición de partida va a delimitar la población objeto de estudio, lo que supone recoger información de un grupo de empresas determinado. En función de la definición elegida los resultados y conclusiones serán diferentes.

El carácter científico de las investigaciones requiere que si se repite un experimento o un análisis bajo las mismas condiciones, los resultados obtenidos deban ser los mismos. Urge establecer cuanto antes una definición consensuada de la Empresa Familiar, que nos permita que los estudios sean comparables y las investigaciones posean el rigor científico necesario.

Si elegimos la definición amplia dada por Carsrud, las dificultades del estudio  estadístico son enormes, porque los resultados sólo son inferenciables si el muestreo es aleatorio simple, lo que requiere que todos los elementos de la población tengan la misma probabilidad de ser seleccionados para formar parte de la muestra. Con esta definición nos enfrentaríamos a una población muy heterogénea y de difícil localización.

La Empresa Familiar puede ser enfocada como un concepto de carácter subjetivo que depende de la percepción que cada miembro de la familia tiene de la empresa en la que trabaja o en la que planifica trabajar, cuando el capital y la estrategia de la empresa recaen en algún miembro del núcleo familiar.

Habría que encuestar a todos los miembros de la familia que trabajan en una empresa, cuya propiedad y control recae en la familia, para determinar su carácter o no familiar.

Si seguimos la definición de Carsrud, son empresas familiares aquellas en las que los gerentes consideran que su empresa es familiar. Esto supondría que no sólo la muestra sería auto-seleccionada, sino que también lo sería la población. No se podría acometer un muestreo con intención de hacer inferencia. Deberíamos hacer un censo para identificar a la población que se autodefine como Empresa Familiar.

En el momento en que los miembros de la familia no sientan que están trabajando en una Empresa Familiar, ésta pierde la naturaleza de familiar y pasa a ser una empresa propiedad de la familia.

El adjetivo familiar podría referirse a dos cualidades distintas:

  1. existen lazos consanguíneos, con lo cual familiar es relativo a la familia,
  2. está en conexión con la familiaridad de un grupo humano, que se refiere a la forma en que se tratan y se perciben las personas, lo que incluiría otro tipo de relaciones como la amistad, las afinidades, etc., que acabarían reforzando la actividad económica. Esta familiaridad traslada la forma de relacionarse en una familia a una institución de carácter económico.

La Economía de Comunión tiene un enfoque de carácter familiar, pues los individuos no sólo se ven como factores de producción, sino como personas y hermanos en Cristo.

Si establecemos como punto de partida que la empresa es una unidad de negocio, la única forma de darle el carácter de familiar de forma objetiva es que los miembros de la familia hayan participado en el capital o la gestión durante dos generaciones o más. Una única generación no garantiza que se hayan cumplido los ideales de continuidad y mantenimiento del control por parte de la familia.

Una Empresa Familiar se caracteriza porque el miembro familiar está dispuesto a asumir unos costes de oportunidad desfavorables para él como individuo, pero beneficiosos para los intereses generales de la empresa (aceptar salarios más bajos, horarios laborales fuera de convenio, aceptar prácticamente cualquier orden y en cualquier momento, una movilidad funcional absoluta, …) y niveles de compromiso que un no-familiar no aceptaría. Si la percepción de que la empresa es familiar desaparece, los familiares pasan a comportarse como lo haría un tercero.

Desde nuestro punto de vista y con voluntad de englobar la diversidad de la Empresa Familiar, hemos asumido que Empresa Familiar es la visión de empresa que tiene un individuo cuando siente que además de una relación económica  contractual existe una relación de familia o de familiaridad con la totalidad de los miembros que constituyen la empresa, ya sean empleados o propietarios.

Desde esta dimensión subjetiva podríamos distinguir dos tipos de empresas familiares:

  1. Empresa familiar en sentido estricto: visión de empresa de los miembros de la familia cuando el negocio está vinculado a través de la propiedad o el control estratégico y existe un flujo de recursos entre la familia y la empresa,
  2. Empresa familiar en sentido amplio: visión de empresa que todos los trabajadores, sean o no familiares, tienen de la organización en la que trabajan cuando sienten una relación de familiaridad con el resto de miembros de la organización.

Estamos ante una definición que afecta directamente a las ventajas competitivas y en definitiva a la competitividad de la organización. Si los miembros de la empresa se sienten unidos por un vínculo de familiaridad preferirán el beneficio común al beneficio propio, lo que afectará a la competitividad a largo plazo de la empresa. Podríamos deducir también que, aquellos trabajadores que no son miembros de la familia, podrían llegar a estar totalmente integrados en la cultura de la Empresa Familiar como si fueran miembros de la propia familia.

Existe también una dinámica de retroalimentación entre empresa y familia: la Empresa Familiar tiene futuro si los miembros de la familia luchan por mantener o incluso aumentar la cohesión interna de la familia. El refuerzo de las relaciones personales tiene como consecuencia un aumento de la identidad empresarial.

Esta definición, no se refiere a la unidad de negocio registrada en el Registro Mercantil, sino al nivel de entrega al que el individuo es capaz de llegar por su empresa. Por tanto, presenta dificultades desde el punto de vista de la identificación de la Empresa Familiar como un sujeto único, esto es, la misma firma será Empresa Familiar o no en función del sentir de sus participantes.

Al buscar una definición objetiva de Empresa Familiar perdemos el sutil matiz de la subjetividad de los participantes, que es la característica que dota a estas organizaciones de un dinámica competitiva de alto rendimiento, aportando una especial capacidad de resistencia en momentos de crisis y una visión organizativa que supera el corto y el medio plazo.

En las empresas no familiares donde la decisiones de carácter estratégico recaen en Consejos de Administración formados por profesionales procedentes del mercado de trabajo, los mandos intermedios intentan maximizar los márgenes a corto plazo, aunque esto suponga una reducción de las expectativas del beneficio a largo, con la finalidad de incrementar el valor añadido que aportan a la sociedad de forma visible en el periodo para el cual han sido contratados. El único criterio de valoración de la organización para su continuidad es que obtengan mejores resultados económicos que sus predecesores, sin tener en cuenta variables de carácter cualitativo que no son visibles para los accionistas. Anteponen su interés personal al interés de los propietarios para aumentar su cotización en el mercado. Es lo que se conoce como el “problema de la miopía de los directivos”.

Desde un punto de vista práctico, los estudios empíricos de la Empresa Familiar deben comenzar con una definición específica del problema que investigan,  estableciendo las garantías necesarias para que otro investigador, aplicando esta definición e idéntica metodología, pueda llegar a las mismas conclusiones. Sin embargo, no podemos olvidar que limitar la amplitud del concepto de Empresa Familiar, conlleva el riesgo de eliminar información valiosa para comprender la realidad de estas organizaciones.

Es más sencillo estudiar objetos (empresas) que estudiar sujetos (visión de empresa), esto es, es más fácil obtener datos estadísticos de las empresas que recoger la opinión de las personas que componen la organización. La psicología de los miembros de las empresas no suele ser analizada desde un punto de vista macroeconómico, solo existen estudios particulares de carácter privado realizados por algunas organizaciones sobre su propia identidad empresarial y sobre el nivel de identificación de sus trabajadores con la firma. Debemos tener en cuenta la dificultad añadida de que los miembros de la empresa pueden no ser totalmente sinceros al trasladar su opinión al que recoge la información para protegerse de una posible valoración negativa que ponga en peligro su puesto de trabajo.

La definición de Empresa Familiar que hemos propuesto en esta investigación servirá para analizar la competitividad de la organización y su perspectiva de largo plazo, analizando organizaciones de forma independiente o realizando un censo para describir una población autoseleccionada.

Con el fin de referirnos al sujeto empresa familiar sin prejuicios en el análisis cluster descrito en el epígrafe 7.3, elegiremos aquellos grupos con un elevado valor del negocio y sus activos, en el que trabajen más de un miembro de la familia.

Con las características comunes de los grupos descritos obtendremos una definición empírica de empresa familiar.

 


4.4 La Ética en la  Empresa Familiar

La Empresa Familiar se distingue de otro tipo de organizaciones en que nace como obra de un emprendedor que se apoya en las ventajas que le ofrece la familia para desarrollar una actividad económica, con voluntad de que esta actividad siga siendo realizada por sucesivas generaciones y sirva como fuente de creación de riqueza que cubra las necesidades familiares.

En este sentido, se diferencia radicalmente de otro tipo de empresas en que el capital no está estrictamente relacionado con un grupo humano en concreto. El continuo flujo de capitales que promueve el mercado bursátil en busca de la generación de plusvalías procedente de la especulación sobre el valor de las acciones, parece más un juego que una responsabilidad.

Como hemos venido argumentando, la Empresa Familiar es una institución principalmente formada por personas que se caracterizan por una gran capacidad para generar riqueza basada en el esfuerzo personal y en sólidos valores de compromiso para con los suyos y para con el entorno que les rodea.

Este compromiso se produce en primer lugar, porque el nombre de la familia se asocia a la empresa, lo que supone una responsabilidad asumida y de la que el entorno social es testigo por las sucesivas actuaciones de una larga vida empresarial. En segundo lugar, la coincidencia de propiedad y gobierno en el mismo individuo hace que sea especialmente responsable, pues suele ser un padre de familia concienciado de las necesidades de ésta y, por lo tanto, más consciente que otros sistemas de gobierno frente a las necesidades de sus trabajadores y de las personas ajenas a la empresa con las que interactúa.

Valores específicos como la austeridad, la laboriosidad y el esfuerzo sientan las bases para que la empresa tenga un alto contenido ético. La familia da margen a la ética en la empresa, pues es capaz de asumir costes económicos a cambio del sacrificio de sus miembros para el mantenimiento de puestos de trabajo de personal ajeno a la familia. Esto sería más difícil de encontrar en otro tipo de organizaciones más impersonales en las que todo tiene un precio.

El desarrollo de la actividad en la Empresa Familiar cobra un sentido que va más allá del económico, ya que no se persigue exactamente la consecución de un beneficio económico, si no que el beneficio económico es un medio para lograr la consolidación de la familia en su faceta más humana: la manutención de los miembros de la familia, la educación de los hijos, sentar las bases para nuevas familias, …

El problema ético de cambio de dirección estratégico en las grandes corporaciones desaparece en el caso de la Empresa Familiar, pues se corresponde con el impulso del emprendedor basado en el instinto. Instinto que a su vez se basa en un profundo conocimiento del entorno y en una cultura de valores propia que se integra en la forma de ser de las personas y que no es fácil de modificar.

Por otro lado, el mercado valora positivamente la capacidad de respuesta ética de la pequeña y mediana empresa, ya que a medida que los años pasen y la empresa muestre su capacidad para acometer los pagos a proveedores y responder a las necesidades de sus clientes, incluso en circunstancias excepcionales, el “capital confianza” de la empresa aumentará considerablemente.

El mayor riesgo ético en el marco de la Empresa Familiar se refiere a los posibles traspasos de conflictos entre las dos instituciones que se superponen en la Empresa Familiar: empresa y familia.

a)    El trasvase de conflictos de la empresa a la familia es habitual, ya que los problemas del gerente son también las preocupaciones del cabeza de familia, y se puede correr el riesgo moral de influir en la vida familiar afectando negativamente a los miembros de la familia, o trasladando una visión de la vida exclusivamente materialista.

b)   También los conflictos familiares pueden acabar trasladándose a la empresa y producir efectos negativos, sobre todo si se desencadena una lucha por el liderazgo o el control de la propiedad.

A medida que pasan las generaciones y el capital se dispersa, las empresas familiares empiezan a parecerse cada vez más a una empresa de carácter no familiar desde un punto de vista ético, pues muchos accionistas pasivos desearán vender sus participaciones y solo se preocuparán por la faceta económica de sus participaciones. Aún así, el sentimiento de pertenencia seguirá forzando la pregunta de qué se debe hacer en memoria del fundador de la empresa, cuyo recuerdo permanece y cuya cultura forma parte de sus descendientes.

En un mercado globalizado en el que las grandes corporaciones son máquinas cuyo único objetivo es maximizar el valor de la acción y el reparto de dividendos, la dimensión ética es causa de perdida de valor. La Empresa Familiar se revela como la alternativa más humana y, por tanto ética, que aun compartiendo escenario con las empresas de carácter no familiar, representa una historia completamente distinta.

En el caso de la Empresa Familiar, la empresa es un vehículo que permite mejorar el desenvolvimiento de la familia, cuyo objetivo es el de educar a sus miembros y fomentar su desarrollo en el más pleno sentido de la palabra.

La ética, como ya comentamos, recae en el individuo, y es por ello, por lo que la institución que mejor se prestará para extender la dimensión ética a todos sus niveles es la Empresa Familiar de pequeña y mediana dimensión, pues el espíritu del gerente impregna toda la organización. Ahora bien, dependerá de la calidad humana y del grado de compromiso de éste, el nivel de implantación que ésta tenga en la realidad.

 

 


[1] A.L. Casrud, «Meanderings of a resurrected psycological, or lessons learned in creating a familiy bussiness program,» Entrepreneurship: Theory and Practice 19, no. 1 (1991).

[2] M.A. Gallo and Sveen, «Internationalizing the Family Bussiness: Facilitating and restraining factors,» Family Bussiness Review (Wiley) 4, no. 2 (1991): 181-190.

[3] F Neuebauer, La Empresa Familiar:¿cómo dirigirla para que perdure? (Bilbao: Deusto, 1999).

[4] P. Davis and Stern, «Adaptations, Survival, and Growth of the Family Business: An Integrated Systems Perspective,» Family Bussiness Review (Wiley) 1, no. 1 (1988): 69-85.

[5] María Rodríguez Fernández and Salvador Rus Rufino, «¿Qué es una Empresa Familiar?,» en Manual de la Empresa Familiar, ed. Juan Corona, 21-40 (Bilbao: Deusto, 2005).

[6] RAE, «Diccionario Real Academia Española,» edición vigésimo segunda, 20 de Julio de 2009,                          http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=emprendedor.

[7] Carmen Galve Górriz, «Propiedad y gobierno: la Empresa Familiar,» Ekonomiaz (Departamento de Economía y Administración Pública) 50, no. 2 (Feb. 2002): 158-181.

[8] M. Schanker and J. Astrachan, «Myths ans Realities: Family Business Contribution to the U.S. Economy: A Framework for Assesing Family Business Statistics,» Family Bussines Review (Wiley), 1996: 107-124.

[9] M.A. Gallo, La Empresa Familiar, Folio (Barcelona: Biblioteca IESE de Gestión de Empresas, 1997), 100.

[10] J.V. Cuesta, «Mecanismos Jurídicos para Garantizar la Continuidad de la Empresa Familiar,» in I Congreso Nacional de Investigación sobre la Empresa Familiar (Valencia: Organismo Público Valenciano de Investigación, 2000), pp. 229-242.

[11] K. Cabrera-Suárez and J. García-Falcón, «Planteamiento Multinivel para el estudio del Proceso de Sucesión en la Empresa Familiar,» Cuadernos de economía y dirección de la empresa, 2000: pp.187-212.

[12] J. Chua, J. Chrisman and Sharma P., «Defining the Family Business by Behavior,» Entreprenuer Theory and Practice (Baylor University) 33, no. 4 (1999): pp.19-39.

[13] W. Handler, «The Succession Experience of the Next Generation,» Family Bussiness Review (Wiley) 7, no. 2 (1992).

[14] P. Westhead, M. Cowlin, Storey D. and C. Horworth, «The Scale and Nature of Family Business,» in Understanding the Small Family Business, pp-19-31 (London and New York: Routledge, 2002).

[15] R. Litz, «The Family Business: Toward Definitional Clarity,» Family Bussiness Review (Wiley) 8, no. 2 (1995): pp.71-81.

[16] Chua J., Chrisman J. y Sharma P. (1999)

[17] Astrachan J., Klein S. y Smyrnios K. (2002): “The F-PEC Scale of Family Influence: A J. Astrachan, S. Klein and K. Smyrnios, «The F-PEC Scale of Family Influence: A Proposal for Solving The Family Business Definition Problem,» Family Bussiness Review (Wiley) 15, no. 1 (2002): pp. 45-58.

[18] A. Colli, The History of Family Bussiness 1850-2000 (Cambridge: University Press, 2003).

Economía: Historia, Mitos y Economía Simbiótica.

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Estracto del trabajo de investigación: Economía Simbiótica.
Consecuencias Macroeconómicas de los agentes económicos en el bienestar social.El caso particular de la Empresa Familiar.

21/07/2009

Autor: Francisco Rabadán Pérez

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2.1. Los mitos de la Ciencia Económica.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua[1], adoptamos la definición de mito que sigue: “Persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen”.

En este sentido, los siguientes subepígrafes van a dedicarse a resaltar que la ciencia económica esta repleta de presupuestos o mitos sobre el comportamiento humano que habitualmente se pasan por alto debido a que están completamente asumidos en el pensamiento de los economistas. Presupuestos o mitos que surgieron en su momento para resolver problemas concretos al tratar de   modelizar realidades económicas, o para evitar dificultades a la hora de defender determinados planteamientos económicos.

El caso más llamativo es el del marginalismo, gobernado por presupuestos idealizados de lo que es la realidad económica para poder acometer un análisis basado en el cálculo diferencial sobre el comportamiento de los agentes económicos. De esta forma de pensamiento, nace el concepto de “competencia perfecta” en el que se supone que los agentes económicos concurren al mercado en igualdad de condiciones.

El mercado en el marginalismo es un punto de encuentro de dos fuerzas, oferta y demanda, que se definen de forma despersonalizada sin tener en cuenta a los individuos que participan en la negociación y suponiendo siempre un comportamiento racional. Las transacciones actuales se ajustan bastante a este patrón, sobre todo cuando se cierran de forma anónima. Sin embargo, no podemos olvidar que el hombre expresa su humanidad también a través de las relaciones económicas.

Otro supuesto asumido plenamente es que el dinero es la unidad de medida de todas las cosas y que a través del precio se refleja el encuentro perfecto de oferta y demanda.

Un último mito es el de considerar que el pensamiento económico surge a partir de Adam Smith, y que todo lo anterior no tiene el rango de ciencia, con el agravante de suponer que el padre de la Economía Moderna respalda la figura de un “homo economicus” ampliamente utilitarista.

De todas y cada una de estas cuestiones nos ocuparemos a continuación.

2.2.  Las transacciones económicas en el pasado.

“Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las    hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar indignación y repulsa.” (Marco Aurelio, Meditaciones)[2]

La cooperación entre seres humanos para conseguir fines comunes y propios es tan antigua como la humanidad. Sin embargo, no lo son los usos y costumbres de las distintas culturas en el comercio a lo largo de la Historia, ni los fines y medios considerados como adecuados y deseables. Éstos siempre han sido consecuencia de la cultura de la nación, entendida como un conjunto de valores éticos, jurídicos y religiosos comunes a un grupo humano que se identifica a sí mismo como tal.

En la antigüedad el comercio nunca fue algo anónimo. Los grandes comerciantes eran por encima de todo, personas precedidas de una gran reputación. Los grandes acuerdos se basaban en la reputación de los agentes y en la búsqueda de la satisfacción mutua en el intercambio.

El surgimiento de los grandes imperios comerciales del Mediterráneo antes de Cristo fue consecuencia de este tipo de actuaciones. En muchas ocasiones, el comercio entre nuevas culturas comenzaba sin conocer los usos y costumbres de los nativos, y mucho menos su lenguaje, pero los principios de honestidad y reputación servían de vehículo para formalizar los intercambios comerciales.

Como prueba de ello podemos contemplar este texto del historiador Herodoto: “Los habitantes de Cartago también relatan lo siguiente: Hay un país en Libia, y una nación, más allá de los pilares de Hércules, los cuales ellos no quieren visitar, solamente quieren llegar y, lo más pronto posible, descargar sus mercancías, ordenarlas en una forma adecuada a lo largo de la playa, y, calculando a simple vista, dejan la cantidad de oro que ellos creen que vale la mercancía, y luego se retiran a una prudente distancia. La gente de Cartago se acerca al litoral y miran. Si ellos consideran que hay suficiente oro, lo toman y continúan su camino, pero si piensan que no es suficiente, regresan a bordo del navío y esperan pacientemente. Luego los otros se aproximan y añaden más oro, hasta que los de Cartago estén contentos. Ninguno de los grupos es tratado injustamente por el otro: ya que ninguno de ellos toca el oro hasta que se llega al precio correcto de sus artículos, ni los nativos se llevan la mercadería hasta que el oro es tomado por los otros.”[3]

Podemos observar el profundo respeto que se respira en el intercambio comercial antiguo, la confianza depositada de un pueblo en otro. Las mercancías eran dispuestas para ser examinadas sin que nadie temiera su robo, el oro era puesto a disposición para ser examinado sin que nadie lo protegiera o supervisara la cantidad entregada. El trato solo era cuestión de tiempo y de acuerdo entre las partes. Esto a día de hoy, según nuestra cultura, parece algo impensable.

Algo no menos llamativo es el concepto utilizado por Herodoto de “trato justo” del que se desprende que para que éste exista, ambas partes deben quedar satisfechas respetándose el criterio de cada una.

Una reciente publicación de Habib Chamoun-Nicolás, “Negociando como un fenicio”[4], analiza el modo en que comerciaban los fenicios e intenta traer a nuestros tiempos su modo de negociación de forma actualizada.

La premisa fundamental en la negociación fenicia es anteponer el ser humano como tal a la propia negociación. Los fenicios intentaban, por encima de todo, satisfacer al ser humano con el que negociaban a través de profundas relaciones, que con frecuencia llegaban a convertirse en vínculos de amistad entre individuos, familias e incluso reinados.

Como explica el Dr. Chamoun, la construcción de la monumental obra arquitectónica del Templo del Rey Salomón, documentada por historiadores y por el Antiguo Testamento, sólo fue posible debido a la confianza ilimitada entre el Rey Hiram de Tiro y el Rey Salomón. Salomón transmitió las inmensas necesidades de materiales que requería para el Templo a Hiram sin acordar previamente un precio. Ambas partes se comprometían a cubrir las necesidades del otro basándose en una confianza absoluta. Metafóricamente, Salomón dio un cheque en blanco a Hiram al que trataba como hermano. La palabra de ambos monarcas fue suficiente contrato y ambos quedaron completamente satisfechos.

Lo fundamental no eran los beneficios materiales que se esperaban de los negocios, si no una aspiración más compleja y menos material de satisfacción humana.

Esto da una especial ponderación a las peculiaridades de cada agente económico en el proceso de negociación y hace evidente que las transacciones tal y como hoy son entendidas no son la única forma de negociar.

Es difícil que en la actualidad se pueda negociar estrictamente como lo hacían los fenicios (dejar las mercancías en una playa o dar un cheque en blanco), pero sí conceptualmente, sobre todo en lo que se refiere a negociaciones cotidianas entre individuos, ya sean personas físicas, organizaciones pequeñas o macro-instituciones. Todas ellas deberían fomentar las relaciones comerciales basándose en la reputación de los agentes, en su calidad de relación como seres humanos y en la necesidad de satisfacer, no sólo los aspectos económicos si no el mutuo desarrollo desde una perspectiva integral.

Esta concepción del negocio se ha visto profundamente amenazada por dos acontecimientos. Por una parte, la aparición del dinero que ha fomentado los intercambios económicos trasladando la importancia de las operaciones a su volumen y al margen comercial en términos fiduciarios, haciendo casi invisibles el resto de satisfacciones que procura la negociación. Y por otra, la profusión de las sociedades mercantiles a partir del renacimiento europeo, y más específicamente, las sociedades anónimas, que basan su capacidad negociadora en la calidad y precio de los productos, restando importancia a la identidad de los negociadores, y alejando la negociación de los consumidores finales hacia los comerciantes-intermediarios de la cadena de valor, motivados únicamente por obtener el máximo diferencial dinerario posible en sus operaciones.

La Historia nos recuerda que las transacciones económicas no son sólo encuentros entre una función de demanda y una función de oferta, sino algo mucho más rico y más humano en donde intervienen infinitud de variables como la confianza unida a sus mil y un matices culturales. La transacción económica no debe ni puede concebirse sin la riqueza de la negociación y la aspiración de la continuación de las relaciones comerciales en el futuro.

En este sentido, los matices de disciplinas tales como la Comercialización, la Sociología y la Psicología deben empezar a incluirse en las formulaciones de los modelos económicos.

 

2.3. El origen del dinero y sus implicaciones en la libre competencia.

El dinero mide el precio del bien en el momento de la transacción, pero no contempla las dimensiones personales de la negociación y cómo ese intercambio incidirá en relaciones comerciales futuras. Por tanto, el dinero es un vehículo de intercambio material, que ajusta el precio a las condiciones del mercado. Sin embargo, existe una relación personal que el dinero no ha sido capaz de medir. En el proceso de negociación fluyen otros activos no materiales que enriquecen a los negociadores, como el propio proceso de negociación, la confianza mutua, que actúa como una forma de garantía no formal, o el deseo de mantener relaciones comerciales futuras.

Desde una perspectiva simbiótica de la economía, el mercado es el escenario de las negociaciones y no debería ser analizado sin considerar estas variables intangibles intrínsecas al proceso de negociación.

Analizando la génesis del dinero podemos comprobar como éste resulta un vehículo insuficiente para reflejar plenamente todas las implicaciones económicas de la relación comercial.

Un agente económico que se preocupe únicamente por las transacciones en términos pecuniarios no tendrá una adecuada proyección de futuro de los procesos de negociación, ya que no estará considerando las consecuencia inmateriales de las relaciones, ni será consciente del sentido último del bien o servicio objeto del intercambio, que es cubrir las expectativas del consumidor que motivaron su impulso a demandar. Una vez pagado el precio, se extinguirían todas las implicaciones entre los agentes de la transacción.

El dinero es en sí mismo un enigma desde el punto de vista de la filosofía social y de la economía práctica. El intercambio de mercancías surge para satisfacer las necesidades de las partes, sin embargo, el dinero en sí mismo no es capaz de resolver ninguna necesidad. El intercambio basado en monedas, metales o piedras preciosas no resuelve de forma directa las necesidades de las partes.

Desde su aparición, el dinero ha sido un bien deseado por los comerciantes, aunque no parece servir a ningún propósito útil. La pregunta fundamental que surge desde la inquietud económica, expresada por Carl Menger[5], fundador de la Escuela Austriaca de Economía, es: ¿Cuál es la naturaleza de esos pequeños discos o documentos que en sí mismos no parecen servir a ningún propósito útil y que, sin embargo, en oposición al resto de la experiencia, pasan de mano en mano a cambio de mercancías más útiles, más aun, por los cuales todos están tan ansiosamente dispuestos a entregar sus productos? ¿Es el dinero un miembro orgánico del mundo de las mercancías o es una anomalía económica? ¿Debemos atribuir su vigencia comercial y su valor en el comercio a las mismas causas que condicionan los de otros productos o son ellos el producto preciso de la convención y la autoridad?

A día de hoy no disponemos de una explicación adecuada, ni tan siquiera hemos llegado a un acuerdo sobre su naturaleza o sus funciones. El primer intento para explicar la aparición del dinero como medio de cambio corriente y universal consistió en que éste nace de una convención general o de una disposición legal. El problema consiste en cómo explicar una forma de actuación, homogénea y general, que los seres humanos adoptan al establecer relaciones comerciales, y que si se considera de forma concreta, busca el beneficio del interés general, aunque sin embargo, parece poner en conflicto los intereses más cercanos e inmediatos de las partes contratantes.

La emisión de monedas portando escudos y representaciones de jefes de estado ha hecho evidente la intervención del gobierno en el dinero como medio general de pago, lo que podría hacernos pensar que es el propio estado el que ha decidido que los metales preciosos sean el medio adecuado para acuñar moneda y servir como dinero en interés del bien público. Ésta es la opinión de Platón, Aristóteles y los juristas romanos, y prácticamente la de los autores medievales. Sin embargo, de haber ocurrido de esta manera habríamos encontrado algún eco en la historia del establecimiento de este convenio o ley general, pero no existe ningún documento histórico fiable donde quede reflejado este hecho.

Aristóteles, Jenofonte, Plinio, y más recientemente John Law, Adam Smith y sus discípulos se centran en la peculiar adaptabilidad de los metales preciosos para acuñar moneda, postulando que estas cualidades especiales suponen una explicación para su elección como medio de cambio. Esto supondría un origen pragmático del dinero. No queda claro cómo pudo ser promovido ni cómo se aceptó el uso de este tipo de mercancías (metales preciosos, piedras preciosas, especies, la sal, … ) como medio de cambio legalmente reconocido.

Aceptar esta hipótesis no sólo afecta a la explicación del origen del dinero sino también a su naturaleza en relación con el resto de mercancías.

Si nos adentramos en los albores del comercio, el hombre fue tomando conciencia de forma gradual de las ventajas que supondría el intercambio comercial. Su objetivo básico era adquirir las mercancías que necesitaba y deshacerse de las que no necesitaba o ya poseía en exceso.

Esto significa una clara restricción al volumen de acuerdos comerciales basados en el trueque, aun más si tenemos en cuenta lo difícil que resulta que el intercambio de mercancías genere a los participantes un valor superior de uso “a posteriori”, o la dificultad del encuentro entre ellos en las condiciones y momentos adecuados para que oferta y demanda coincidan. Estas dificultades se habrían convertido en obstáculos insuperables para el progreso del comercio y para la producción de bienes en forma de excedentes.

Con esta visión del comercio primitivo surgió “la teoría de la liquidez de las mercancías”, que tiene una enorme importancia para la teoría del dinero y del mercado en general. La teoría del dinero necesariamente presupone la existencia de graduación en la liquidez de los bienes, siendo el dinero solo un caso especial de un fenómeno más genérico de la vida económica: la diferente liquidez de las mercancías.

Debemos establecer una distinción entre el precio ofrecido por un demandante y el precio solicitado por un oferente, esto es, el precio al que podemos comprar voluntariamente una mercancía en un momento dado y el precio al cual podemos venderla. Son dos magnitudes esencialmente diferentes.

En una negociación sujeta a un mercado en el que no existen medios de cambio generalmente aceptados, y por tanto, el intercambio se perfecciona a través del trueque de mercancías, una de las dos partes, demandante u oferente, deberá asumir la perdida del diferencial entre ambos precios al no estar referidas las mercancías a una unidad de medida que permita comparar su valor.

Cuanto menor sea el margen entre el precio ofrecido y el solicitado de una mercancía, mayor tenderá a ser su grado de comercialización, es decir, será más rápido y frecuente el llegar a acuerdos en el intercambio de este tipo de mercancías. Una mercancía será más o menos líquida de acuerdo con el grado de facilidad con el que se puede vender en el mercado, en cualquier lugar o momento.

El precio económico de un bien es el que surge de un encuentro perfecto entre oferta y demanda, pero esto presupone el cumplimiento de “la teoría del equivalente objetivo en los bienes”; sin embargo, incluso en los mercados más desarrollados podemos observar que determinados bienes, debido a su bajo nivel de liquidez, pueden hacer que el oferente se vea obligado a esperar largos periodos de tiempo para poder realizar el intercambio y se produzca el acercamiento entre el precio solicitado al precio ofrecido hasta llegar al nivel del precio de mercado.

El intervalo de tiempo dentro del cual puede considerarse viable la venta de un producto a precios de mercado (precios económicos en terminología de Menger) resulta imprescindible a la hora de analizar su liquidez.

Sería un error suponer que dado un momento y un mercado determinados, todas las mercancías guardarían una exacta relación de intercambio, en otras palabras, que podrían ser intercambiadas a voluntad en cantidades definidas. La realidad demuestra que no solo no se da esa correspondencia debido a los cambios coyunturales, si no que ni tan siquiera el precio de compra y el de venta del mismo producto por el mismo individuo tienen por qué coincidir, resultando por tanto ambos precios dos magnitudes esencialmente diferentes.

Si la teoría del equivalente objetivo en los bienes fuese correcta, el comercio y la especulación serían actividades sencillas, debido a que sería tan fácil adquirir como desprenderse de las mercancías. Incluso en los mercados mejor organizados y aunque podamos comprar lo que deseamos cuando lo deseamos al precio solicitado, sólo podemos desprendernos de la mercancía cuando y como queramos aceptando una pérdida, es decir, a un precio ofrecido inferior.

Otro factor a tener en cuenta, respecto de la liquidez de los bienes, es el cuantitativo, ya que el mercado puede no absorber todo lo ofertado al precio solicitado por el oferente. Cuanto mayor sea la cantidad ofertada, mayor será la posibilidad de que en caso de querer desprenderse del total de la mercancía, el oferente deba aceptar un precio inferior o esperar hasta que la demanda acepte su precio de oferta.

En los grandes centros de intercambio de todos los tiempos han existido determinadas mercancías con una demanda mayor, más constante y efectiva que el resto, adecuadas para los fines de quienes tenían la capacidad de comerciar y deseaban hacerlo, debido a la relativa escasez de estos productos y a la permanentemente imperfecta satisfacción de su demanda. El que posee este tipo de productos se encuentra en una posición de ventaja si pretende comerciar con ellos, ya que tiene la perspectiva de conseguir los productos en el mercado con mayor facilidad y seguridad, y debido a la fuerte demanda del producto que se ofrece, a precios acordes con la situación económica general, esto es, precios económicos.

Cuando un agente ofrece en el mercado productos que no son altamente líquidos, si no encuentra una contrapartida acorde con el precio que ha solicitado aceptará bienes de mayor liquidez como medio de pago porque así aumentan sus posibilidades de encontrar el bien demandado y se reducirá el tiempo de la transacción. Aunque no logre de inmediato el objetivo final de su comercio, es decir, los productos que en realidad necesita, si se ha acercado de forma más rápida a su objetivo.

Con el paso del tiempo, este tipo de razonamiento económico se fue perfeccionando y extendiéndose en el cada vez mayor número de transacciones y mercados, y por tanto, se fueron clasificando los productos en base a su coste, por su facilidad de transporte y su posibilidad de preservación en relación a una demanda estable y ampliamente distribuida. Los bienes que son capaces de representar gran valor en poco espacio, ser fácilmente transportables y conservables comenzaron a otorgar poder económico a sus poseedores, protegiendo su capacidad adquisitiva a lo largo del tiempo y en cualquier lugar.

La multiplicidad de transacciones en torno a este tipo de bienes y el aprendizaje de los agentes económicos en torno a sus cualidades, han hecho que se conviertan en medios de cambios generalmente aceptados.

El hábito constituye un factor muy significativo en la génesis de estos medios de cambio de utilidad general. Al principio, no todos los agentes de un mercado aceptarían este tipo de bienes debido a que no cubrían sus necesidades de forma directa, sin embargo, a medida que se incrementó el número de transacciones y los individuos que participaban en ellas fueron admitiendo este tipo de mercancías, éstas acabaron siendo aceptadas de forma general como medios de cambio.

Sólo podemos entender el origen del dinero como el establecimiento de un procedimiento social que aparece de forma espontánea, como la consecuencia no prevista de la actuación de los miembros de una sociedad que poco a poco fue discriminando los bienes en función de su grado de liquidez.

Cuando los medios de cambio generalmente aceptados se transforman en dinero, el primer efecto es un aumento de su liquidez, originalmente más alta que la del resto de bienes. Este incremento de liquidez tiene como consecuencia última que el sentido de la transacción ya no es cubrir necesidades inmediatas del oferente, si no conseguir dinero como medio para cubrir las necesidades actuales y futuras.

El dinero garantiza la cobertura de estas necesidades al ser aceptado por todos los oferentes, y el que acceda al mercado con bienes distintos del dinero se situará en una posición de desventaja debido a la menor liquidez de sus bienes, viéndose obligado a aceptar un precio inferior al precio solicitado para realizar la transacción de forma inmediata, o esperar hasta que el precio ofrecido coincida con el solicitado. Esta dificultad no existe para el hombre que posee dinero, lo que le otorga un control seguro sobre todo producto que pueda tenerse en el mercado a precios ajustados a la situación económica de cada momento.

Cuando un medio de cambio pasa a convertirse en dinero, aumenta su diferencia en liquidez respecto al resto de mercancías, hasta el punto de transformarse en un bien de liquidez absoluta. Esto explica la superioridad del comprador respecto al vendedor

En este sentido, el dinero rompe las reglas del juego del mercado primordial en el que las transacciones se realizan por trueque desequilibrándolas a favor de los demandantes, mientras que empeora substancialmente la posición de los poseedores de bienes de baja liquidez, que en caso de necesidad deberán aceptar precios muy inferiores a los solicitados y muy lejos de la situación económica general que definiría la competencia perfecta.

Los metales preciosos se convirtieron en el medio corriente de intercambio más generalizado entre los pueblos históricamente más avanzados, debido a su altísima liquidez en relación con el resto de bienes y, al mismo tiempo, por que se los consideró especialmente aptos para las funciones principales y subsidiarias del dinero. A pesar de su escasez natural están geográficamente bien distribuidos y en relación con otros metales son fáciles de extraer y elaborar. Son fácilmente divisibles y aceptados por todos los individuos en pequeñas cantidades. Representan un gran valor en un reducido espacio, su transporte es sencillo y no son caducos.

La intensidad, persistencia y generalización del deseo de metales preciosos en los mercados ha permitido solventar situaciones de precios erráticos, alterados por situaciones extraordinarias, especialmente por que en función del carácter costoso, durabilidad y fácil preservación de estos metales se han convertido en el medio más general de atesoramiento y también en los productos más favorecidos para el intercambio.

Finalmente, todos los productos acabaron expresando su valor en relación a estos metales preciosos, aunque el agente en cuestión no lo necesitara directamente, o incluso cuando ya hubiese satisfecho sus necesidades, le servían como forma de conservar el valor de sus productos perecederos.

Otra ventaja de los metales preciosos como medio de cambio es que debido a su color, su ductilidad y su sonido son fácilmente reconocibles por los agentes.

El dinero no ha sido generado por ninguna Ley. En sus orígenes era una institución social y no estatal. Sin embargo, el reconocimiento por el Estado y la regulación por parte del gobierno ha servido para que se adapte a las múltiples y variadas necesidades de la evolución del comercio, así como para garantizar los derechos que son resultado de las costumbres. En función del peso, fueron acuñados e intercambiados por su número. Al adoptar la forma de monedas, experimentaron un aumento en sus transacciones. El Estado, al acuñar moneda, aumenta el nivel de confianza de los agentes a la hora de realizar las transacciones, debido al respaldo de la certeza del valor de las monedas, lo que ha sido considerado  como una de las más importantes funciones del gobierno.

Sin embargo, si algo debemos destacar del pensamiento de Menger y sus estudios sobre la aparición del dinero, es que éste dificulta la libre competencia, en cuanto a que el poseedor de dinero por el hecho de poseerlo tiene más poder de negociación frente a agentes que ofrecen bienes o servicios menos líquidos.

Podemos imaginar las consecuencias de este principio cuando las relaciones comerciales y las negociaciones se realizan a escala internacional o multinacional; es decir, cuando hablamos de comercio entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, o empresas multinacionales y empresas locales.

El único mecanismo capaz de romper esta asimetría es el comportamiento ético de los agentes con dinero, y aunque entraremos en detalle más adelante reflexionando sobre este hecho, es bueno entender que los supuestos generalmente aceptados sobre la libre competencia no son posibles sin un comportamiento ético de los agentes a la hora de realizar las negociaciones y las transacciones.

 

 

2.4. Adam Smith no era utilitarista.

El tercero de los mitos que nos gustaría desmontar es el que sostiene que Adam Smith está inscrito en la corriente de pensamiento liberal que define al hombre como un ser egoísta que actúa solo en su propio beneficio y busca exclusivamente maximizar su utilidad marginal.

Adam Smith, al que se le denomina Padre de la Economía Moderna, estaba en contra del utilitarismo de David Hume. En el campo de la Filosofía del Derecho, A. Smith explica que la justicia no emerge de una consideración “a posteriori” de los beneficios del castigo, sino de que del hombre surge naturalmente un resentimiento hacia un crimen cometido contra un ser querido, despreciado sin motivo por el criminal, y aunque el Estado no se rige por este Derecho Natural,  si procura que los individuos no resuelvan privadamente esta necesidad de justicia, para mantener el orden social y dar crédito a su gobierno[6].

Autores recientes, como Ian Simpson, afirman que este autor era “utilitarista”, o más bien, “utilitarista contemplativo”[7].  Sin embargo, una motivación fundamental que impelió a Smith a escribir su obra fue la de constatar que el hombre no actúa por utilidad, rechazando la Teoría de su amigo D. Hume.

En la Teoría de los Sentimientos Morales[8], en las lecciones de teoría general del Derecho[9] y en las lecciones de retórica[10] Smith reitera que “el hombre no se ve motivado por una estructura que retiene su memoria de placeres ansiados y dolores temidos. Lo que busca con su acción es sentirse querido por sus semejantes y estar en consonancia con el juicio ajeno, gozar y consolarse con la empatía de emociones con los demás”.

Para A. Smith la parte principal de la felicidad humana estriba en la conciencia de ser querido,  y por tanto, el ser humano actúa para que se le quiera, no pensando en las posibles consecuencias de sus actos[11].

“Complementariamente buscamos que nos admiren. Creamos un espectador imaginado y bien informado con el que, al armonizar con su sentimiento, nos sabemos dignos de admiración  y gracias al cuál actuamos con la tranquilidad de que, si nuestro espectador real supiera nuestros condicionantes, empatizaría con nosotros. Es decir, no nos basta con ser amados ya que “¿Qué mayor felicidad hay que la de ser amado y saber que lo merecemos?”[12].

Tras leer este texto de Smith, cabe hacerse la pregunta de en qué medida expresan las teorías posteriores este espíritu del ser humano que busca ser feliz a través del amor y la aprobación de los demás.  Se hace evidente que todas las formulaciones posteriores usaron la simplicidad para explicar comportamientos humanos concretos en condiciones muy determinadas.

Ni la Economía ni el Derecho fueron nunca nada ajeno a esa vocación natural del ser humano para Smith. La teoría de la “Mano Invisible” que tantas veces se ha argumentado como aval del ideario neoliberal puede haber sido sin duda mal interpretada. Cuando Smith afirma que el individuo al buscar su propio bien busca el bien común puede estar hablando de una red de negociaciones informales entre individuos que procura el bien de la comunidad.

Las ideas de Adam Smith fueron un tratado sistemático de Economía y un ataque frontal a la doctrina mercantilista. Smith intentaba demostrar la existencia de un orden económico natural, al igual que los fisiócratas, que funcionaría con más eficacia cuanto menos interviniese el Estado. Sin embargo, este autor, no pensaba que la industria fuera improductiva, o que el sector agrícola era el único capaz de crear un valor añadido; por el contrario, entendía que la división del trabajo y la ampliación de los mercados abría posibilidades ilimitadas para que la sociedad aumentara su riqueza y su bienestar mediante la producción especializada y el comercio entre las naciones. Por tanto, tanto los fisiócratas como Smith ayudaron a extender la idea de que el poder económico del Estado debía ser limitado y de que existía un orden natural aplicable a la economía. Sin embargo fue Adam Smith más que los fisiócratas quien abrió el camino de la industrialización y de la aparición del capitalismo moderno en el siglo XIX.

La expresión: la mano invisible regula las actuaciones sociales y compensa los excesos por sí sola; constituye una proposición de orden natural que posee como características la bendición por las riquezas y la existencia de un conjunto predeterminado de instituciones a partir de las cuales se mantiene el status social. La mano invisible es el principio fundamental del mercado, que exige la no intervención del Estado porque las cosas se van a acomodar naturalmente en un sistema teísta típicamente moderno, donde el espectador imparcial (la humanidad) no puede negar si Dios está y no puede negar la existencia de clases. La mano invisible supone que el Estado no debe intervenir en la economía porque impediría que el mercado se ajustase de forma automática.

La mano invisible no puede ser considerada como el término que ilustra todo el pensamiento de Adam Smith, ya que este término es usado pocas veces en sus obras y parece poner de manifiesto el desconocimiento de Smith de unas leyes del mercado que nunca logró explicar.

La mano invisible no es capaz de garantizar la distribución equitativa de la prosperidad económica. Una economía de mercado retribuye a los individuos de acuerdo con su capacidad para producir cosas que otros están dispuestos a pagar,  no tiene en cuenta el valor propio de las cosas por sí mismas, sino el precio que un tercero está dispuesto a pagar por un bien o servicio. La mano invisible no garantiza que todo el mundo tendrá suficiente comida, una ropa digna y una asistencia sanitaria adecuada.

Para entender el mercado desde la perspectiva de A. Smith, debemos hacerlo desde la circunstancia de un hombre que creía profundamente en el orden natural de las relaciones humanas, y este orden natural requiere de hombres morales capaces de desarrollar la ética en sus relaciones comerciales para ajustar el valor de mercado al valor intrínseco de los bienes.


2.5 Economía: ¿asignación de recursos o Simbiótica?

Como hemos visto, la competencia perfecta es difícil que se de en la vida real debido a que los agentes concurrirán al mercado en igualdad de condiciones solo si tienen la misma capacidad de negociación, pero si poseen recursos fiduciarios diferentes esto no es posible.

Por otro lado, considerar que el hombre económico de Adam Smith corresponde con el “homo economicus” de Milton Friedman, o atribuir a Adam Smith la semilla de lo que hoy es el neoliberalismo, parece un error.

La Economía ha basculado a lo largo del Siglo XX, hacia una teoría general que parte de supuestos que surgieron para simplificar la modelización de los problemas económicos. Esto presenta varias implicaciones, por un lado, estos presupuestos son utilizados de forma sistemática por los economistas sin ser cuestionados, porque lo que se presupone no se cuestiona; por otro lado, en el día a día, parecen capaces de definir la realidad económica de forma absoluta y sin embargo no son capaces de lograrlo.

Las autoridades económicas y la propia ciencia deben ser conscientes de las consecuencias y del alcance de las definiciones y actuaciones de las que son responsables, pues el hombre de Smith, no es el hombre simple y estandarizado del marginalismo.

La Historia nos demuestra que las grandes transacciones comerciales se basan en  grandes relaciones humanas, en las que el flujo de activos materiales es sólo una parte de la riqueza de la simbiótica de la negociación.

Siguiendo a James M. Buchanan, Premio Nóbel de 1986, la Economía no puede definirse como una ciencia que se define a sí misma como muestran algunos autores. Sirva para ilustrar esta corriente las definiciones de dos autores de la Escuela de Chicago: para Jacob Viner, “la Economía es lo que hacen los economistas”, propuesta a la que Frank Knight dotó de una naturaleza totalmente circular al agregar que “los economistas son los que hacen Economía”.

En palabras de Buchanan: ”Los economistas deberían concentrar su atención en una forma particular de actividad humana y en los diferentes ordenamientos institucionales que surgen como resultado de esta forma de actividad. El comportamiento del hombre en la relación de mercado que refleja su propensión a la permuta y al trueque y las múltiples variaciones de estructura que esta relación puede adoptar constituyen los temas apropiados de estudio para el economista.“ [13]

Smith en el segundo capítulo de la Riqueza de las Naciones, afirma que el principio que da lugar a la división del trabajo, “no es originalmente el efecto de alguna sabiduría humana, que prevé y tiene por objeto esa opulencia general a la que da lugar. Es la necesaria, aunque muy lenta y gradual, consecuencia de una cierta propensión de la naturaleza humana que no tiene en vista una utilidad tan extensiva; la propensión a permutar, trocar e intercambiar una cosa por otra[14]. Este texto destaca que la búsqueda de la riqueza no es la causa del éxito de la organización humana, si no más bien un perfeccionamiento de las acciones basadas en el sentido común y en una lenta evolución de la aptitud económica del ser humano, que de forma innata permuta, troca e intercambia sus bienes con otros. Esa capacidad casi instintiva es el fundamento de la Economía social, más cerca de la “teoría de los mercados” que de la “teoría de la asignación de recursos”. La asignación óptima de recursos es en muchos casos más un problema de carácter tecnológico que de carácter económico.

Lord Lionel C. Robbins considera que la Economía es «la ciencia que estudia el comportamiento humano como una relación entre medios escasos que tienen usos alternativos[15]. Desde esta perspectiva nuestro campo de estudio es un problema o un conjunto de problemas y no una forma característica de la actividad humana. Serán vanos los intentos por encontrar en este autor una afirmación explícita que indique el sujeto decisor respecto del cuál son alternativos los fines. Según Howard S. Ellis, el agente económico es un ser anónimo, y por tanto, su identidad no influye en el proceso decisorio. El problema económico se traslada desde el planteamiento del individuo hasta aquel que afecta al grupo familiar, la empresa, el sindicato, la iglesia, la comunidad local, el gobierno municipal o provincial, el gobierno nacional y, por último, el mundo[16].

Milton Friedman, afirma que la Economía estudia cómo una sociedad determinada resuelve su problema económico. Esto implica que hay un contenido fundamental en la Economía que es el bienestar general, que pasa a ser el tema central de la Economía. Este “problema fundamental” ha sido debatido ampliamente en la Economía teórica del bienestar y en el enfoque económico utilitarista.

El problema de la resolución del bienestar social se va haciendo cada vez más difícil a medida que pasamos de los individuos a los agregados sociales. Los utilitaristas intentaron solucionar esta distancia agregando utilidades, pero ignorando de nuevo la identidad de los agentes y presuponiendo un “comportamiento racional” para poder agregarlos en forma de “funciones de bienestar general”, y a partir de ahí optimizar las variables económicas. Sin embargo han abandonado la neutralidad en cuanto a los fines, basados en sus propios juicios de valor sobre lo que es el bienestar social, opinión tan aceptable como cualquier otra. Esta visión económica sigue anclada en la asignación de recursos escasos entre fines o usos competitivos.

El hecho de aceptar que existe un problema implica que hay que buscar una solución. La Economía pasaría a identificarse con la optimización de la Matemática Aplicada, dónde se han dado los avances de mayor importancia en los últimos años en relación a la Economía: técnicas de computación y Matemática de la ingeniería social.

Sin embargo, la disciplina económica no debería ocuparse exclusivamente de la solución de problemas de carácter tecnológico, como la asignación de recursos. La diferencia entre lo que habitualmente denominamos el problema económico y lo que llamamos el problema tecnológico es de escala únicamente, es decir, del grado hasta el cual se especifique la función que va a ser maximizada antes de que se realicen las opciones.

La teoría de la elección presenta una paradoja. Si conocemos la función de utilidad del agente, la decisión es una consecuencia matemática y no existe la decisión como tal ya que no hay alternativas. Por otro lado, si no conocemos perfectamente la función de utilidad, la elección se torna real y las decisiones se convierten en procesos mentales impredecibles.

La teoría de la elección debe dejar de ocupar una posición de superioridad en los procesos de pensamiento del economista. La teoría de la elección o de la asignación de recursos, como quiera llamársela, no supone ningún rol especial para el economista, en oposición a cualquier otro científico que examina el comportamiento humano.[17]

Es necesario concebir la Economía como la ciencia que estudia los intercambios entre agentes económicos y equipararla a la Simbiótica, que es la asociación entre organismos disímiles que resulta recíprocamente beneficiosa para todos ellos. Esto nos centra en un tipo de relación que implica la asociación cooperativa recíproca de los individuos aun cuando sus intereses individuales sean diferentes.

Es desde esta perspectiva donde creemos que debe integrarse la teoría de la elección en relación con la mano invisible de Adam Smith.

Por otro lado, si un agente está aislado, las relaciones económicas son un problema de asignación de recursos sujeto a la perspectiva tradicional de la maximización. Al intervenir otros agentes que interactúan con él, con intereses diferentes, es cuando aparece la simbiótica y con ella la posibilidad de combinar habilidades y talentos distintos para la consecución de los intereses comunes y particulares. Aparece el conflicto y distintas alternativas para resolverlo.

El modelo clásico de competencia tiene su fallo básico en trasladar un comportamiento de elección individual, de un contexto socio-institucional a uno físico-calculacional. Según este planteamiento orientado al cálculo, dadas las reglas del mercado, el modelo perfectamente competitivo brinda un óptimo o equilibrio específico, un punto único en la superficie del bienestar paretiano.

A este respecto Frank Knight ha subrayado que en la competencia perfecta no existe competencia. Siguiendo el mismo razonamiento, no existe el comercio tal y como lo hemos venido exponiendo, en cuanto a que no existe un modelo perfectamente sometido a unas reglas determinadas y perfectas.

Un mercado no es competitivo por que así lo supongamos, ni por que así lo hayamos construido. La competitividad va apareciendo con las instituciones que modifican los esquemas del comportamiento individual y con los agentes que ejercen una presión continua en el comportamiento humano a través del intercambio.

Desde esta perspectiva una solución, si existe alguna, surge como resultado de una red evolutiva de intercambios y en cada etapa de esta evolución hacia una solución. Hay beneficios que pueden obtenerse y existen intercambios posibles, y la dirección de la competitividad está modificándose continuamente.

Tal y como lo reconoció Schumpeter, el elemento dinámico en el sistema económico es la continua evolución del proceso de intercambio que se manifiesta en la función empresarial y por extensión en la condición humana[18].

Si observamos el mercado con la perspectiva clásica, desde la lógica de la elección, la asignación de recursos constituye el elemento problemático. El economista identificará el mercado como un medio para cumplir las funciones económicas básicas de cualquier sociedad y, por tanto, lo equiparará a una forma de gobierno o como un mecanismo alternativo que ofrece soluciones similares.

Si lo observamos desde la perspectiva de una Economía Simbiótica, el mercado es un escenario en el que los individuos colaboran unos con otros, llegan a acuerdos, y comercian. El mercado es el marco institucional en el que surge o evoluciona este proceso comercial y no tendría sentido abordar la acción unilateral como parte de la ciencia económica, al igual que tampoco tendría sentido el término eficiencia que se aplica en los resultados agregativos o compuestos. Desde la perspectiva simbiótica, el mercado ya no puede ser considerado como un sujeto que logra objetivos nacionales de forma eficiente o ineficiente.

La eficiencia pasa a ser un atributo relacionado con la motivación de los individuos que se desplaza por relaciones de preferencia hasta llegar a posiciones mutuamente aceptables con otros individuos. Una institución ineficiente no puede sobrevivir a menos que se introduzcan mecanismos coercitivos que eviten el surgimiento de acuerdos alternativos.

En este sentido Política y Economía no se diferenciarían demasiado, tal vez, por esta razón siempre han estado íntimamente unidas a lo largo de la Historia. La diferencia radica en la naturaleza de las relaciones sociales entre los individuos que cada una de ellas examina. La Economía aborda las transacciones de individuos que tienen la capacidad de contratar libremente, donde el comportamiento es marcadamente económico más allá del enfoque precio-dinero. La Política se ciñe a las relaciones de jerarquía social, liderazgo-seguidor, donde la característica predominante de su comportamiento es política. Mientras la Economía se ciñe al estudio de todo el sistema de relaciones de intercambio, la Política estudia todo el sistema de relaciones coercitivas o potencialmente coercitivas. Estos dos tipos de relaciones se dan en prácticamente la totalidad de las instituciones sociales. En la medida en que el hombre dispone de alternativas de acción se enfrenta a sus asociados como un igual y surge la relación comercial.

A medida que se establezcan más relaciones en régimen de igualdad, mayor será el número de transacciones económicas, cuanto mayor sea la desigualdad, mayores serán las relaciones de carácter político.

La relación económica es reemplazada por la relación política cuando el único elemento de retorno es la renta pura debido a que no existen alternativas de actuación y el intercambio se produce dentro de un marco de normas políticas. Las relaciones económicas van asociadas a la creatividad de los participantes, mientras que las relaciones políticas se basan en la forma y protocolo en que están establecidas las relaciones.

El enfoque económico de la asignación y el enfoque del intercambio comparten los mismos elementos básicos, pero su interpretación y las preguntas que surgen son diferentes, y dependerán mucho del sistema de referencia dentro del cual operemos.

La ingeniería social es un empeño legítimo, pero debe considerar de forma explícita los usos de los individuos como medio para alcanzar fines no individuales. Si se considera el problema económico como un problema general de fines y medios, el ingeniero social actúa como economista en el más pleno sentido del término.

El verdadero papel de los economistas no es encontrar medios para hacer mejores elecciones como afirma el enfoque de la asignación de recursos-elección. El intento de identificar y entender las relaciones simbióticas requiere de nuevas herramientas estadísticas, más sofisticadas que las que actualmente se aplican al campo de la ingeniería social. Por ejemplo, necesitamos aprender mucho más sobre la teoría de juegos cooperativos entre individuos.

Precisamos de la Estadística para sistematizar un conjunto de relaciones que involucran el comportamiento voluntario de multitud de individuos, lo que es más complejo que maximizar una función cuya premisa fundamental es la unicidad de objetivos de los diversos participantes.

Los economistas deben ser “economistas de mercado” y concentrarse en las instituciones de mercado o intercambio definidas en el sentido más amplio posible, evitando prejuicios sobre ellas y sin ninguna predisposición a favor o en contra de cualquier forma particular de orden social. Que el mercado sea consecuencia de un determinado tipo de cultura política y comercial no debe ser considerado “a priori” como algo positivo o negativo desde cualquier ideología.

La búsqueda de la universalidad de los descubrimientos científicos en el campo de la Economía debe admitir la pluralidad de mercados y basar su análisis en una postura aséptica y libre de toda ideología. Solo del análisis concreto de la realidad económica que se aborda pueden surgir conclusiones que nos lleven a un juicio de valor sobre la bondad del mercado en que desarrollamos nuestros estudios.

 


[1] Diccionario de la RAE, Vigésimo segunda edición, 2009.

[2] Marco Aurelio, Meditaciones, Vol. II (170-180 dC).

[3] Herodoto IV, Las historias (430 a.C.)

[4] Habib Chamoun-Nicolas, Negociando como un fenicio. Descubriendo tradeables. (EE.UU.: Keynegotiations, 2008).

[5] Carl Menger, «El origen del dinero,» The Economic Journal (Wiley), Junio 1892.

[6] Estrella Trinzado Aznar, «El Iusnaturalismo no utilitarista de Adam Smith» (Zaragoza: VII Congreso de la Asociación de Historia Económica, 2001).

[7] Ian Simpson Ross, The Life of Adam Smith (Oxford: Clarendom Press, 1995).

[8] Adam Smith, La Teoría de los Sentimientos Morales, trans. Carlos Rodríguez Braum (Madrid: Alianza Editorial, 1997).

[9] Adam Smith, Lecciones de Jurisprudencia, ed. Alfonso Ruíz Miguel (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1996).

[10] Adam Smith, Lectures on Rethoric and belles lettres, ed. J.C.Bryce & A.S. Skinner (Oxford: Clarendon Press, 1983).

[11] Smith, TSM, parte 1, sección 2, capítulo V

[12] Smith, TSM, parte 3, capítulo I

[13] James M. Buchanan, What should Economist Do? (Indianapolis: Liberty Press, 1979).

[14] Adam Smith, Riqueza de las Naciones, Parte II, Segunda (Turlock: Ediciones Orbis, 1985).

[15] Lionel C. Robbins, Essay on the Nature and Significance of Economic Science (London: Macmillan & Co., 1945).

[16] Véase Howard S. Ellis, «The Economic Way of Thinking,» American Economic Review, Marzo 1950: 1-12.

[17] Opus cit. 13

[18] Joseph A. Schumpeter, «Theoretical Problems: Theoretical Problems of Economic Growth,» The Journal of Economic History (Cambridge University Press) 7 (1947): 1-9.

Grandes Corporaciones vs. Pymes

Fuente imagen http://www.eleconomista.es/fondos/noticias/140020/01/07/Los-fondos-de-pequenas-empresas-siguen-subiendo-a-lo-grande.html

Según el pensamiento neoliberal abanderado por Friedman, el “homo economicus” actúa únicamente en base a expectativas racionales de tal forma que su función de utilidad es consecuencia de la cantidad de beneficios que es capaz de generar para sí mismo, sin considerar las externalidades que su acción tenga para con los demás.

Si extendemos esta visión a una perspectiva macro, la función de utilidad de una nación sería la suma de todas las funciones de utilidad de los individuos más las externalidades positivas que generan, menos las externalidades negativas de todas y cada una de las acciones individuales.

No hay que confundir el flujo económico con el flujo fiduciario. Los beneficios que produce un país son de carácter cuantitativo, pero también cualitativo. La Contabilidad Nacional a este respecto, solo tendría en cuenta el flujo económico cuantificable en términos monetarios, pero no el flujo económico de beneficios no cuantificables.

Según Amartya Sen, que enriquece el concepto simplista de hombre económico del liberalismo, el ser humano cuando realiza actividades de carácter económico no solo tiene en cuenta la utilidad propia, sino que de forma natural intenta beneficiar a su propio entorno, preocupado de forma máxima, por no causar mal con sus acciones.

La función de utilidad nacional concebida desde esta perspectiva contendría en sí a otras dos funciones de utilidad bien diferentes ente sí. La primera sería cuantificable en términos cuantitativos, y la segunda no cuantificable en términos objetivos.

Que no se pague por un bien no significa que carezca de valor (Ej. Amas de casa), y en muchas ocasiones se puede estimar el valor de estos servicios a través del valor de bienes equivalentes en el mercado.

Una gran corporación que cotiza en bolsa y cuyo máximo objetivo es el de mantener el valor de las acciones y maximizar beneficios producirá externalidades negativas al detraer el beneficio de los stakeholders con los que se relaciona, pues aunque no busque el mal común, actuará de forma sesgada al únicamente intentar optimizar el beneficio de sus accionistas y el del interés estratégico de la empresa.

La gran corporación es una institución amoral, en el sentido de que la ética no tiene ningún tipo de jurisdicción en sus actuaciones. Son las personas las que están sujetas a la ética. Si el Consejo de Administración es elegido en base a criterios de capacitación y habilidades de max. de resultados, es un proceso aleatorio que estas personas consideren la ética como una variable a tener en cuenta. En muchas ocasiones es considerado como una variable que hace perder valor a la institución.

Las empresas de pequeña dimensión y en especial las empresas de carácter familiar, se caracterizan por la superposición de la familia y la empresa, y por la concentración de propiedad y gobierno en muy pocas personas, incluso en una única persona.

Esto tiene como consecuencia que este tipo de empresas se preste a una Dirección más humana, consciente de mucho más que el mero beneficio cuantitativo, capaz de evaluar los beneficios y pérdidas de cada uno de los individuos que interactúan con ella. La familia es una institución sobre la que existe una larga implicación ética que se manifiesta en su cultura a lo largo de generaciones.

El derecho nace como una manifestación práctica de la voluntad de justicia, y la milenaria tradición de estudio sobre la familia y las sociedades civiles es una garantía de la validez de estas instituciones.

La condición moral del individuo se traslada a la empresa familiar casi por osmosis, a través de la cultura empresarial reflejo de la familiar. La familia está dispuesta a asumir costes económicos en términos de eficiencia, esfuerzo y productividad, para atender necesidades no cuantificables. Ej. Un empresario puede aguantar el puesto de trabajo de un trabajador coyunturalmente no necesario a costa de reducir sus beneficios o incurrir en perdidas asumibles, consciente de la valía humana del empleado, y de las consecuencias que el despido tendrían sobre la familia de éste. Una familia empresaria puede alargar las jornadas de trabajo a términos insospechados para la empresa meramente capitalista para generar un beneficio suficiente que permita el mantenimiento de la actividad.

De hecho muchas multinacionales se benefician e imputan en su cuenta de resultados el beneficio no contabilizado por la pequeña empresa pero si generado.

Cuando las circunstancias de un mercado intenso en competencia hacen caer los precios de los productos de las PYMEs, este sacrificio no es por un aumento de la eficiencia empresarial en la fabricación del producto, sino un % de trabajo no cobrado.

El discurso ético tiene sentido desde un punto de vista micro, únicamente en la empresa en que la gerencia recae en una persona en la que a su vez recaen de forma última la responsabilidad y consecuencias de la acción empresarial. Y desde un punto de vista macro, considerando la responsabilidad social que tienen entre sí todos los grupos de interés, tanto privados como públicos.

El apoyo a la multinacional en los PVD, para beneficiarse de las externalidades que generan, no deja de ser una paradoja, ya que estas multinacionales llevan políticas de responsabilidad asimétricas en sus pañíses de origen y en los pVD. El apoyo a la empresa familiar es un apoyo a la calidad de vida de sus ciudadanos y al aumento del producto nacional en términos de beneficios económicos no fiduciarios.