Del darwinismo económico a la simbiosis económica

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La vida es sinónimo de gestión de recursos y de equilibrio en las relaciones. Cuando un ecosistema  crece o un organismo goza de salud es fundamentalmente porque todas las relaciones existentes con el entorno son saludables.

No es de extrañar que la Economía Teórica siempre haya tenido en cuenta los avances de la Biología y los postulados generalistas sobre el comportamiento de los organismos vivos y sus comunidades. El ejemplo más claro es la translación del concepto de competencia de los seres vivos al Darwinismo Social en los postulados liberales como ya comentábamos en capítulos anteriores.

En el evolucionismo clásico la competitividad es el mecanismo que selecciona a los competidores mas fuertes y con mayor capacidad de adaptación, justificando así la evolución de las especies. En la nueva concepción de la evolución denominada Endosimbiosis es la colaboración de los organismos vivos la que permite la aparición de nuevas especies  cualitativamente más avanzadas.

El ser humano es un ser vivo, y como tal vive. Es consciente de la realidad parcial a la que tiene acceso e intenta con esa información tomar decisiones basadas en los criterios que el considera correctos para dar validez a sus acciones. Pero el acto de vivir contempla un mundo más complejo que el hombre es incapaz de asumir en su totalidad. La multitud de relaciones que se dan dentro de su organismo son incontrolables desde la conciencia, y las que se establecen con el entorno no siempre responden a una cierta lógica, sino al instinto, la casualidad y las apetencias más animales.

El esfuerzo del hombre por alejarse de su condición animal y convertirse en un ser más elevado y digno le hacen abrazar códigos morales, éticos y lógicos que son en sí mismos una abstracción que ha de revisarse a medida que la especie evoluciona, transforma su entorno y sus relaciones, y es mas consciente de forma grupal de la realidad en la que está inmersa.

Los eucariotes, primeros organismos dotados de núcleo, aparecen hace 3500 años y de acuerdo con la teoría de la Endosimbiosis, fueron el resultado de una asociación simbiótica de seres mas primitivos como las bacterias que son microorganismos mas pequeños  y sin núcleo.

Las células eucariotas son comunidades integradas de procariotas que establecen entre sí relaciones mutuamente beneficiosas en lugar de entrar en conflicto y destruirse. Son algo así como poblaciones de bacterias con genomas distintos. Estas asociaciones dieron lugar a un nuevo tipo de organismo evolutivamente mas avanzado con una ADN propio.

Teniendo en cuenta que los organismos vivos que aparecerán más tarde están formados por células, la simbiosis se revela como una relación fundamental para la aparición de formas de vida más complejas. Sin las células eucariotas, y por tanto sin la simbiosis, no existirían ni plantas, ni animales, y por tanto, tampoco el hombre.

En los últimos 150 años, hemos creído que la evolución es el resultado de la competición, la depredación y la “ley del mas fuerte”: “solo los mas aptos sobreviven y se reproducen”. La nueva teoría de la Endosimbiosis[1] sostiene que no es la depredación sino la simbiosis lo que causa un importante cambio evolutivo. Los descubrimientos de Lynn Margulis[2] son transcendentales, pero son desconocidos por la mayoría de las personas y por tanto no han ejercido influencia alguna sobre nuestro punto de visa sobre la evolución.

El Darwinismo condiciona el pensamiento social con toda una serie de prejuicios que condicionan la forma de actuar de los agentes que creen en el maniqueísmo (sólo existen buenos y malos), en que el débil siempre pierde, en que solo los fuertes viven y prevalecen y además que el conflicto es inevitable para la obtención de recursos. Desde este punto de vista la lógica vital se basa en la supremacía de los más aptos y poderosos y en el sometimiento o sacrificio de los más débiles.

Estas ideas se ajustan perfectamente a ámbitos de depredación, pero no explican ni favorecen la aparición de formas de vida diferentes más complejas y avanzadas.

Un ser humano es una comunidad simbiótica compuesta por entre 10 y 50 billones de células eucariotas que se ayudan recíprocamente y se relacionan con todo tipo de microbios en el interior de nuestro cuerpo. Se estima que estos microorganismos podrían ser de entre 10 a 100 veces más numerosos que nuestras células. Esta relación ha de ser satisfactoria, pues de no serlo, en régimen de depredación nuestras células perecerían debido a la enorme desventaja numérica frente a los microbios que cohabitan con ellas. En una persona sana el beneficio mutuo es innegable, dependemos de ellos para seguir funcionando correctamente así como ellos dependen de nuestros organismos constituyentes.

Las funciones vitales del cuerpo humano son posibles gracias a esta cohabitación, y por ello deberíamos considerar a estos seres microscópicos como elementos constitutivos de nosotros mismos. El ser humano es en si mismo una estructura de relaciones simbióticas.

También cohabitamos con todo aquello que empieza donde termina nuestra piel y es necesario que al menos en un grado suficiente nuestras relaciones sean mutuamente beneficiosas.

Josep Burcet Paris 2002

Según Josep Burcet[3], nuestra condición simbiótica nos impone una estructura de relaciones en 4 planos fundamentales:

  1. Plano intracelular. En el que se desarrollan las relaciones entre los elementos constitutivos de la célula de carácter mutuamente beneficiosas y complementarias.
  2. Plano intercelular. La relaciones de dependencia recíproca que nuestras células tienen entre sí.
  3. Plano intermicrobiano. Las interacciones que se establecen entre la comunidad microbiana y nuestras propias células de carácter indispensable y vital para nuestra propia existencia.
  4. Plano del entorno externo. Que contiene todas las relaciones que establecemos con el resto de seres vivos.

La fobia a los microbios presente en el imaginario colectivo, según la cual los virus, las bacterias, los hongos y demás microorganismos son agentes patógenos, sería un prejuicio absurdo, pues aunque algunos de ellos sean nocivos para la salud, la gran mayoría no lo son. En circunstancias anómalas los microbios pueden llegar a ser peligrosos pero también en circunstancias normales son extremadamente beneficiosos.

Es muy posible que la enfermedad, las infecciones, la decadencia, y la muerte natural solo acontece cuando nuestros equilibrios simbióticos internos decaen y se degradan mas allá de un cierto umbral. Lo que parece indudable es que la disminución de la cantidad y la calidad de las relaciones simbióticas dentro del ser humano producen una caída de la eficiencia vital.

La translación de estas ideas al marco del pensamiento económico supone un cambio de paradigma. La actividad económica también alberga depredación, parasitismo, necrosis, simbiosis y de forma similar a lo que ocurre en el cuerpo humano la estructura de estas interacciones afecta a la eficiencia de todo el conjunto.

La gestación de la actual crisis la podemos situar entre el 2004 y el 2007, momento en que el disminuyen las relaciones de carácter simbiótico y aumentan las relaciones de depredación, parasitismo y necrosis.

  1. Se intensifican las relaciones de depredación con la proliferación de la especulación entorno a la burbuja inmobiliaria y el comercio con productos financieros basura. El poder político-económico abusa de su posición para practicar el saqueo (el agujero financiero iniciado por la caída de Lehman Brothers provoca el trasladado a las arcas públicas de la deuda tóxica y afecta a todo el sistema facilitando la toma de empresas y consejos de administración).
  2. Aumento del parasitismo: Aumenta el despilfarro en las administraciones públicas financiando actividades improductivas, clientelistas que no generan valor añadido, suntuarias o desmesuradamente costosas, buscando convencer al electorado de la buena marcha de la economía a costa de hipotecar el futuro.
  3. Incremento de las relaciones necróticas: En estos años asistimos a guerras regionales y muy especialmente a la guerra de Irak que provocan la muerte y la destrucción de riqueza, además de presupuestos en defensa muy altos y expansivos que no fomentan la riqueza global del sistema local y destruyen el sistema atacado.
  4. Reducción de la simbiosis económica: la guerra supone la extinción de las relaciones de colaboración, por otro lado, la expoliación económica causa  la perdida de la confianza y a medio plazo la extinción de las relaciones de mutuo beneficio.

Durante este periodo las actividades destructoras de valor y clientelistas se nutren abundantemente del crédito disponible en detrimento de las que generaban valor añadido.

El FMI publica el 10 de enero del 2011 un informe[4] en el que pone de manifiesto el fracaso del Fondo para detectar la gestación de la crisis. Según este informe el FMI no solo no alertó sobre la inminencia de la caída de la economía sino que profetizó que la economía crecería de forma espectacular. Además recomendó las prácticas de innovación financiera tan comunes en aquellos años en Estados Unidos y Reino Unido, que mas tarde propiciarían la crisis y el desplome del sistema financiero.

Estos tipos de errores serían cada vez mas frecuentes incluso cuando estábamos ante la explosión de la crisis, lo que llama especialmente la atención si tenemos en cuenta que este máximo órgano económico mundial cuenta con centenares de economistas de élite en nómina.

«El FMI no anticipó la crisis, su ritmo ni su magnitud y, en consecuencia, no pudo advertir a sus miembros», reconoce el informe de  Strauss-Kahn[5], actual Director Gerente del FMI. Achaca esta falta de capacidad para la detección de la crisis a la falta de comunicación interna entre los distintos departamentos, a las presiones sutiles de las corrientes dominantes y a la homogeneidad de las visiones teóricas de los economistas (liberalismo y keynesianismo). Estos cuerpos teóricos se encuentran en la fase terminal de su ciclo de vida[6].

La influencia de los países ricos en el FMI impidió el diagnóstico de la crisis según el informe de la IEO (Oficina Independiente de Evaluación). Entre los economistas del Fondo predominaba la mentalidad de que era poco probable que las economías avanzadas fueran la chispa de una importante crisis financiera debido a su maestría en cuestiones monetarias y regulatorias.

El informe sostenía que los funcionarios del Fondo no se atrevieron a denunciar a las economías avanzadas porque solo tenían acceso limitado a datos bancarios y una comprensión menor de lo que estaba ocurriendo en algunos mercados financieros concretos. Muchas economías desarrolladas no fueron sometidas al «ejercicio de vulnerabilidad» diseñado para identificar a los países susceptibles de caer en una crisis, mientras que los países emergentes si lo fueron.

El informe señala además que el personal del Fondo se sentía más cómodo prescribiendo políticas para los países emergentes, lo que provocó las quejas de China y de otros países en vías de desarrollo aduciendo que la supervisión del FMI carecía de imparcialidad. La opinión de los funcionarios del Fondo solía coincidir con la de Estados Unidos, Reino Unido y otros países desarrollados acerca de que sus sistemas financieros no eran vulnerables frente a una posible crisis.

Según la IEO: «La opinión mayoritaria entre el personal del FMI – un grupo cohesionado de macroeconomistas – era que la disciplina de mercado y la autorregulación bastarían para evitar problemas graves en instituciones financieras».

Con frecuencia el personal del Fondo era presionado por las economías desarrolladas para alterar o rebajar el tono de sus informes. Aunque el informe no nombra a responsables, sí destaca que no hubo «presiones explícitas» por parte de Estados Unidos, sin embargo en otras economías avanzadas las autoridades tenían un enfoque de mano dura, ejerciendo una presión explícita para rebajar los mensajes críticos.

El informe de la IEO también denuncia que en muchos casos, los trabajadores del Fondo se censuraban entre si porque creían que había límites a lo que pudieran decir sobre las economías mas grandes, aunque no hubiera una presión directa (mente colmena). En algunas ocasiones en las que los economistas del FMI criticaban la política de un país en concreto, la dirección del FMI se alineaba con las autoridades locales en lugar de respaldar a su personal.

Ahora, a principios del 2011, se están empezando a realizar algunas reformas: un nuevo ejercicio de alerta temprana y de vulnerabilidad para las economías avanzadas; una mayor integración del análisis y del mensaje sobre perspectivas económicas y estabilidad; la elaboración de un informe regular sobre la estabilidad de países sistémicos, así como de riesgo de contagio entre economías.

Los gobiernos están desarrollando nuevas regulaciones basándose en la experiencia de la burbuja inmobiliaria y se empiezan a practicar nuevas políticas mas austeras en el ámbito de las administraciones públicas. Si se mantienen este tipo de ajustes saldremos de la fase aguda en que se encuentra la crisis mundial. Sin embargo, reaparecerán de nuevo en unos años si la actitud básica de la población no persigue la depredación y el parasitismo debido a la ilusión colectiva de querer obtener mucho, de forma rápida y a corto plazo.

El nuevo modelo económico debería tratar de:

  1. Aumentar la simbiosis en el sistema, es decir favorecer las relaciones del tipo ganar-ganar.
  2. Disminuir el volumen de depredación.
  3. Disminuir las practicas parasitarias de todo tipo.
  4. Impedir el uso necrótico de los recursos y de las prácticas en que todas las partes involucradas salen perdiendo.

Plantear esto significa cambiar la práctica económica habitual, lo que supondría una operación muy ambiciosa y extremadamente compleja, ya que habría que transformar dos estructuras socioculturales muy rígidas y sometidas a una gran inercia: los marcos institucionales, y la actitud de la población (basada en la forma de pensar y de sentir).

Según J. Burcet[7], hay tres tipos de cambios institucionales:

  1. Cambios de crecimiento, en los que no se modifica la actividad, sino que se amplia. Se potencia lo que ya existe y se le da una dimensión mayor. El destino está claro para todo el mundo: ir a más. El objetivo es una proyección del estado presente a una escala más grande y solo se requiere planificar el calendario y los pasos a realizar en cada momento.
  2. Cambios de transición que producen una situación nueva en que la estructura es distinta aunque está construida sobre los conceptos anteriores. Este tipo de cambios es necesario cuando el entorno exterior se modifica de forma importante y la organización necesita adaptar su estructura interna, aunque lo hace con la cultura organizacional existente. No se modifican los paradigmas básicos y la metaforización de la situación precedente sirve para enfrentarse a las nuevas situaciones.
  3. Cambios de transformación que producen una nueva estructura, pero ahora esta se basa en conceptos nuevos. Es el cambio más profundo y complejo de todos y significa una auténtica transfiguración de la organización porque se modifican substancialmente las formas de pensar, creencias, sentimientos, valores y todo aquello que la comunidad asumía que era «bueno», «acertado» y «auténtico». Requiere, por tanto, un cambio de mentalidad de los individuos. En este tipo de cambios la reforma no puede realizarse por etapas porque se trata de un proceso que lo engloba todo y comporta una importante transformación de la cultura. Cuando se implementa el cambio, los miembros de la organización perciben la realidad de forma diferente e incluso se modifica la autopercepción y la imagen que tienen de su comunidad.

También se caracterizan porque en el inicio no se tiene una idea demasiado precisa de cual va a ser el resultado, a diferencia de lo que ocurre en los cambios de crecimiento o transición. Las expectativas del resultado posible se perfilan a medida que se avanza en la transformación.

El proceso para alcanzar la Economía Simbiótica pasa por un cambio de transformación, lo que implica:

  1. La aceptación por parte de los agentes de las reglas del juego basadas en las relaciones del tipo ganar-ganar y el rechazo a las relaciones que perjudican al resto de simbiontes y al ecosistema económico,
  2. La comprensión de lo que significa formar parte de un todo económico y de las ventajas inherentes a un escenario de mercado en que se vigila el beneficio y la perdida desde un punto de vista recíproco.
  3. La participación entusiasta para poder crear nuevas formas de generación de riqueza y establecer relaciones simbióticas de alto rendimiento con el nuevo entorno económico y sus participantes.

Este cambio no significa de ninguna forma abolir las instituciones de nuestros sistemas sino cambiar la dirección en que realizan sus funciones. No estamos hablando de una revolución violenta sino de una revolución pacífica y voluntariosa que haga que cambiemos nuestras formas de entender el mundo. En vez de luchar contra los enemigos económicos buscaremos aliados dispuestos a crear riqueza a través de relaciones gobernadas por la ilusión y el ánimo de mutuo beneficio.

Es importante entender que las acciones de carácter autoritario de las administraciones y empresas no son útiles desde la perspectiva simbiótica. El esquema de “ordeno y mando” como medio para lograr que se cumplan de forma estricta los objetivos del poder supone un marco demasiado estrecho, ya que no puede contemplar todas las posibilidades de creación de riqueza. Estos objetivos generalistas dictados desde el poder serán siempre parciales pues están basados en teorías económicas que cada día gozan de menos eficacia en los países desarrollados.

En esto liberalismo y simbiótica coinciden, es fundamental respetar la libertad de los agentes económicos, aunque la nueva economía exige además que se respete su dignidad, capacidad de generar riqueza y naturaleza propia como simbionte.

La libertad y el entusiasmo son las mejores herramientas para poder implementar este cambio de transformación que debe lograrse lo antes posible, lo ideal sería de forma simultánea. Por esa razón el entusiasmo es vital, y la libertad es ineludible para optimizar la capacidad de improvisación y adaptación al nuevo corpus de comportamiento consuetudinario.

La Historia nos muestra que el comerciante no ha sido siempre un depredador, sino más bien un colaborador preocupado por enriquecer a su cliente. La cuenta de resultados pasa a ser una preocupación casi inexistente, pues la dinámica simbiótica garantiza por un lado el crecimiento de las transacciones comerciales y por otro la preocupación mutua de los participantes por el bienestar recíproco en la relación simbiótica.

Algunos políticos creen que pueden lograr el bienestar social y el crecimiento económico a golpe de normas acordes con las teorías clásicas. Este tipo de actuaciones no cambiará la mentalidad de la población, siendo necesario otro tipo de formas de hacer política que busquen la complicidad y la unión frente al enfrentamiento. El conflicto es causado por la perversión que supone que relaciones de carácter inherentemente colaborativo hayan acabado transformándose en relaciones de depredación y parasitismo.

¿Cómo podemos lograr ese entusiasmo, esa complicidad y esa libertad?

Primero, contagiándonos nosotros y contagiando a nuestro colectivo. El concepto básico de la simbiótica coincide con principios tan tradicionales y arraigados como el “ama a tu prójimo como a ti mismo”, o “ no hagas aquello que no quieres que te hagan”. El motor de la simbiótica no se nutre con cambios teóricos, sino con posturas realistas y acciones generalizadas de personas que cuidan unas de otras y organizaciones que buscan crear valor antes que competir y tiranizar el mercado.

La función de la política es velar por un mercado sano y libre y para eso no vale “el acero frente a la tiza”. Aunque los sistemas económicos necesitan formación técnica para los trabajadores, aun necesita mas una formación humanista que nos haga llegar el valor de la vida y del alma de un hombre como el máximo exponente de la generación de riqueza.

Necesitamos mas Democracia que nunca, una descentralización del poder más a la manera de las organizaciones familiares que de los arquetipos anarquistas. La soledad no será posible en un mundo gobernado por la simbiosis, pues el aislamiento es sinónimo de necrosis y perdida de valor.

La vieja tendencia a la dictadura y al gobierno personalista ha de quedarse a un lado, pues es el momento de que la población disfrute de la libertad, el compromiso y el poder que le confiere ser el motor económico real para desencadenar el cambio a la simbiótica.

Estamos asistiendo a una explosión en el crecimiento de las actividades colaborativas que crecen de forma exponencial, a la aparición de un nuevo conocimiento, y sin embargo, parece que algo frena el cambio.

La ciencia institucional no ayuda. Se llevan con mayor rigor las cuestiones de procedimiento y protocolo que la revisión de los postulados científicos. El dogma ha aparecido en la ciencia y muchos científicos consideran algunos postulados incuestionables. Les es más fácil “vender” sus proyectos en esta falsa seguridad.

 


[1] Lynn Margulis y otros

[2] Margulis, Lynn (2003). Una revolución en la evolución: Escritos seleccionados (1ª ed. edición). Universitat de València.

[3] http://www.burcet.net/admin/mail_2011_febrer_023_redi_cap_6.asp?param=9319334233107

[4] IMF Performance in the Run-Up to the Financial and Economic Crisis: IMF Surveillance in 2004–07

[5] http://www.expansion.com/2011/02/10/economia/1297357141.html

[6] http://www.burcet.net/par_interac/tcs_aprender_a_ganar.asp

[7] http://www.burcet.net/gestion_cambio/gestion_cambio_3.asp